El Ayuntamiento de Colau estudia construir pisos prefabricados en las azoteas de La Rambla y aprovechar los antiguos palomares, cuartos de lavar, carboneras, gallineros, trasteros y los restos de las infames buhardillas de los porteros y la servidumbre. Dispuesta a pasar a la historia como la alcaldesa de las miserias económicas y estéticas, Colau imita al alcalde José María Porcioles, el que autorizó la elevación de áticos y sobreáticos en los edificios del Eixample. Pero como ni la alcaldesa, ni los urbanistas de su partido, ni los responsables de velar por el paisaje urbano no dan para sumar algo de talento, alzarán módulos y reciclarán cubículos propios del siglo XIX. Con la condición demagógica de que sean asequibles, aunque la especulación y los subarriendos bajo mano ya vendrán después. El resultado de esta idea tan futurista puede ser como aquella famosa historieta gráfica del 13 Rue del Percebe.

En esta ocasión, parte del invento de saturar las azoteas proviene de los Amics de La Rambla, cosa rara en una de las asociaciones más serias, críticas e influyentes de Barcelona. Pero la comparación con la 13 Rue del Percebe es inevitable. Creada por el barcelonés Francisco Ibáñez el año 1961, reflejaba las miserias de la posguerra y de los años sesenta del siglo pasado y sufrió censuras por ello. En un cuartucho de la azotea vivía el ladronzuelo Ceferino. En la buhardilla, el pintor Manolo, moroso y sablista. Y un gato negro maltratado por un ratón. Otros personajes propios de la Barcelona actual son: El tendero Senen, que sisa y engaña a la clientela. La portera que alquila la alcantarilla plagada de ratas donde vive el sin hogar Doroteo Hurón. Un veterinario incompetente. La dueña de una pensión superpoblada. Una ancianita que convive con toda clase de mascotas. Un científico majareta. Un sastre desastroso que trabaja con materiales reciclados. Una familia monoparental compuesta por la madre y tres críos traviesos. Y una araña travestida en la escalera.

Con este proyecto tan progresista que es decimonónico, y que rinde más que los huertos comuneros en los terrados, Colau y sus arquitectos de confianza intentan salir al paso de quienes denuncian que la sucursal podemita de Barcelona ha cometido una engañifa descomunal en lo que a vivienda social o asequible se refiere. Según un libro que no la halaga ni le rinde pleitesía, la activista venida a más y su congregación intentaron construir un parque de viviendas consistente en dieciséis pisos que eran contenedores reciclados. Luego, prometieron 2.300 pisos para el año 2024, que ya había proyectado el alcalde Xavier Trias pero que los propios comunes pararon. En total, Colau y su soviet habrían prometido 8.800 viviendas sociales y no habrán construido ni una cuarta parte. Afirma el libro Contra Colau & el colauismo, del colectivo Ildefons Cerdà, compuesto por disidentes del régimen municipal, que la alcaldesa sufre una “enfermedad” que paga la ciudadanía y que es el “hábito de comenzar una actividad cualquiera como si nadie la hubiera ejercitado anteriormente”. En el caso de su nuevo estropicio, también podría decirse que está mal de la azotea, locución adjetiva que significa: “fuera de sus cabales, con el entendimiento trastornado”. Será que de moza leyó la 13 Rue del Percebe, no la entendió y aún está pensando cómo recrearla en La Rambla.