Catalunya se adentra, de nuevo, en unas elecciones autonómicas. En esta ocasión, por si no había quedado claro hasta ahora, nos jugamos mucho, también en el ámbito aeroportuario. Sin duda alguna, serán las elecciones del aeropuerto de Barcelona-El Prat, pues será difícil evitar el debate sobre su ampliación en el día a día de la campaña electoral. Habrá quien defenderá a ultranza la no ampliación del aeródromo catalán, escudándose en el pretexto ideológico del decrecimiento económico y eludiendo también el necesario debate sobre el modelo de país que deseamos para el presente, pero sobre todo para el futuro. Precisamente, más que en ninguna otra ocasión, de eso se trata, de dilucidar con acierto cuál queremos que sea nuestro esquema de desarrollo económico y social para los próximos años.

A menudo se habla de la importancia del puerto de Barcelona para la economía catalana, de su aportación al PIB y de cómo ha contribuido a generar progreso en todos los sentidos. Nadie lo pone en duda, nadie lo discute. A lo largo de los años, el puerto ha llevado a cabo sucesivas ampliaciones de su infraestructura que nunca se han discutido. El puerto es la principal infraestructura de transporte del país y una rótula absolutamente imprescindible en el camino para conseguir que Barcelona, Catalunya, pero también España, se conviertan en la principal plataforma logística del sur de Europa. Se trata de un reto mayúsculo en el que llevamos años trabajando. Y en este empeño, más vigente que nunca, ¿qué papel reservamos para el aeropuerto de El Prat? Me atrevo a anticipar que, si el puerto es la primera infraestructura de transporte catalana, el aeropuerto debería ser, sin duda, la segunda. Pero vayamos a pasos.

La ciudad de Barcelona y su aeropuerto forman un binomio ganador, un equipo invencible. Durante muchos años, ambos han contribuido de forma decisiva a posicionar la marca Barcelona en Europa y más allá. La capital catalana se ha convertido en un referente turístico de primer nivel, posicionándose en lugares de privilegio en los mercados internacionales. Pero sería injusto y estaríamos faltando a la verdad si lo dejáramos ahí. El aeropuerto es, y debe seguir siéndolo, una herramienta fundamental para la internacionalización de nuestras empresas, permitiendo su salida al exterior y favoreciendo al mismo tiempo la globalización de la economía catalana. Y en sentido contrario, el aeródromo barcelonés es una pieza fundamental en el proceso de captación de nueva inversión extranjera. Un apunte imprescindible: cualquier empresa o multinacional que contemple su aterrizaje en la ciudad de Barcelona analiza con gran minuciosidad cuál es la oferta de rutas aéreas del aeropuerto. A mayor número de enlaces aéreos, y cuanto más lejos, más probabilidades de captar nuevas inversiones del exterior. Y es en este aspecto concreto, el de la disponibilidad de un gran número de rutas aéreas, en el que se encuentra en la actualidad el gran reto de la infraestructura barcelonesa.

El aeropuerto de El Prat mira con ambición a los cinco continentes. En la presente temporada de verano, la instalación acreditará más de 40 rutas de largo radio con las principales ciudades del planeta, pero aún queda mucho por hacer. Asia es la gran asignatura pendiente, y ciudades como Tokio, Nueva Delhi, Shanghái, Bangkok o Taipéi deben ser objetivos prioritarios. Barcelona y su aeropuerto deben dirigir su mirada hacia las economías tecnológicas de Extremo Oriente y del Sureste asiático. Las empresas catalanas demandan cada vez más nuevos enlaces directos de larga distancia con las principales regiones del globo, y la región de Asia-Pacífico se erige como uno de los destinos con mayor proyección a futuro. En este camino hacia la creación de nuevos enlaces aéreos con las principales ciudades asiáticas, la ampliación del aeropuerto se convierte en crucial y con ello cerramos el círculo: si queremos caminar hacia una Barcelona más global e internacionalizada, si deseamos que nuestra economía disfrute de un lugar de privilegio en el mundo, no podemos perder más el tiempo; debemos apostar sin fisuras por una ampliación del aeropuerto que nos permita seguir creciendo.