Los que tenemos una cierta edad y pasamos por la plaza Lesseps ponemos cara de pasmo cuando la vemos que parece una plaza y no el paisaje de la batalla de Verdún. Porque, en efecto, mi infancia, mi juventud y la madurez que se supone que he alcanzado han transcurrido en su mayor parte con la plaza Lesseps patas arriba, en obras perennes, interminables. Por eso, todavía no acabo de creerme que ya esté terminada.

Hoy, ese campo de batalla se ha trasladado a la plaza de las Glòries. El espectáculo es dantesco, con esos gigantescos monstruos de metal hiriendo el suelo aquí y allá, arrasando todo a su paso, y recuerdo que no han sido pocas las veces que ya ha sido arrasada la plaza. Ni que fuera el fuerte Duaumount; sólo faltan los obuses, pero todo se andará.

Así se veía el fin del calvario de la plaza Lesseps, levantaban un tambor en las Glòries, paso elevado de vehículos, y no bien lo hubieron elevado, lo echaron abajo, y ahora, no contentos con el tráfico por superficie, pretenden que pase por debajo, porque en vez de pensar las cosas antes de hacerlas, primero las hacen y luego ya se verá. Todo este trajín ha sido acompañado de comisiones a tanto por ciento y quejas de los vecinos, que tienen sobradas razones para sentirse cornudos y apaleados por todos y cada uno de los gobiernos municipales que han sido y están siendo.

El panorama es desolador. Los automóviles que vienen o van por la Gran Vía tienen que hacer eses a izquierda y derecha, subir y bajar, y los peatones atravesar trincheras con paredes formadas de vallas metálicas mientras sucede el pandemonio alrededor. Las nubes de polvo y el rumor de batalla se elevan alrededor y ya pueden avisar que los niveles de contaminación de Barcelona son de miedo, que ahí nadie se da por enterado.

Como sucedió en Verdún, la batalla afecta a otros frentes y el Somme lo tenemos en la calle Independència, que no es la de los ocho segundos, sino la de los cuatro carriles, aunque antaño lo fuera de la guerra en España contra Napoleón. ¿La de los cuatro carriles? Les explico:

La calle tenía dos carriles para circular y dos para aparcar. Era un lugar tranquilo, apenas transitado. Los bares, que nunca faltan, tenían terraza y los vecinos, a la que llegaba el buen tiempo, abrían las ventanas y vivían en los balcones. Pero se desató la intemerata en la plaza de las Glòries y el tramo entre las calles Meridiana y Aragó sufrió las consecuencias. En 2017 se impusieron tres carriles de circulación y en 2018, se ampliaron a cuatro entre Consell de Cent y Aragó, que se ha convertido, así, de la noche al día, en uno de los principales puntos de entrada de vehículos de la ciudad.

Si pasan por ahí, verán que los vecinos se han puesto en pie de guerra para defender su antaño dulce hogar, hoy sometido al traqueteo de los camiones, el ruido de las motocicletas, el intenso tráfico a todas horas... Cruzar el semáforo es una aventura, resulta imposible sostener una conversación con la ventana abierta, la contaminación es apabullante. Cuelgan pancartas en señal de protesta en prácticamente todos los balcones y los vecinos han sabido moverse por las redes sociales. Tienen un sitio web y también tienen un canal de YouTube, una cuenta en Twitter, otra en Instagram, Facebook, ¡hasta un correo electrónico!

Su lucha es semejante a la de los héroes griegos, enfrentados a su fatal destino. Sólo que su fatal destino tiene la apariencia de unas autoridades que responden preguntando de qué se quejan, porque en un hipotético futuro vivirán cerca de un «pulmón verde» de Barcelona. ¿Qué más quieren?

Sí, vale, verde, pero ahora nuestros pulmones se están poniendo de color carbonilla. Será cierto que la situación es excepcional, pero también lo es que podría corregirse desviando el tráfico rodado no por una, sino por más calles. Falta voluntad o quizá sobra ineptitud. Los vecinos ya están hartos. Quieren hechos, no palabras. En latín de Cicerón, «Facta, non verba». Pero el equipo de gobierno de Colau, como viene siendo habitual, opta por «Verba, non facta», que es, en cristiano, lo de marear la perdiz y decir digo donde dije Diego.

Mi homenaje a estos héroes desconocidos. Les deseo toda la suerte del mundo.