¿Vivir en Barcelona, en esa gran mancha en la que es necesario coger el Metro? ¿Trabajar e instalarse en un espacio metropolitano enorme con tanta gente? Mejor no, lo preferible es pedir más recursos a la Generalitat y contar con escuelas con ratios holgadas para nuestros hijos. Esa mentalidad se ha instalado en gran parte del territorio de Cataluña, gracias a las políticas clientelares de la Generalitat, que se han prodigado durante años. Pero en el otro lado, en esa gran urbe, que forma parte de las zonas más dinámicas de Europa, no se ha producido una respuesta acorde con los retos que se deben asumir, y se toman decisiones que son contrarias al sentido común.

Existe una gran polarización política, y en Barcelona se ha creado un verdadero partido anti Colau, formado por sectores económicos, sociales y culturales que no comparten la forma de hacer de la alcaldesa. Sin embargo, el problema se debería enfocar desde otra perspectiva. Ni Colau ni los alcaldes del área metropolitana se han tomado en serio la formación de un verdadero gobierno metropolitano que pudiera satisfacer las necesidades de más de tres millones de habitantes y, con ello, planificar con verdadero tino el resto del territorio, logrando para Cataluña un mejor equilibrio entre población, servicios y desarrollo económico.

Es el modelo del Gran Londres, que tiene como alcalde a Sadiq Khan, musulmán de origen pakistaní, un político cosmopolita que sabe que debe impulsar políticas que satisfagan a unos ciudadanos muy diversos.

Barcelona, hoy, no se puede entender sin L’Hospitalet, sin Esplugues, o Badalona. De la misma forma, esas poblaciones no pueden prescindir de Barcelona. Entran y salen de la ciudad vecinos que no se paran a pensar sobre el color político de cada alcalde o alcaldesa. Son ciudadanos que se pueden plantear –que cosas—contratar un servicio de bicing para el conjunto del área metropolitana. ¿Pueden hacerlo?

Transports Metropolitans de Barcelona (TMB) ha licitado la gestión del Bicing metropolitano, pero no incluye la integración con el servicio de Barcelona. ¿Cómo puede ser? No se puede ir, con la misma bici, de Barcelona a L’Hospitalet, cuando, en la práctica, es como doblar la calle. Es el mismo tramo urbano. Habrá estaciones fronterizas y abonos que se podrán compartir. Es decir, en la Riera Blanca se deberá aparcar la bici, si se va hacia Barcelona, y tomar otra del servicio del Bicing Barcelona. Claro que todo eso siempre que haya una bicicleta disponible en ese momento.

El servicio sí estará a punto para las 15 ciudades de la primera corona metropolitana. Barcelona, en todo caso, el nervio principal de toda esta trama urbana, no juega en esa liga. Ese es el despropósito que el ciudadano de esta época ya no puede comprender. Los asuntos que se necesiten sustanciar, de forma interna, --cómo se paga, con qué fondos, cómo se tramitan, con qué operadores—que se afronten, con la idea de prestar servicios a vecinos que comparten un espacio, que son ‘metropolitanos’, al margen de que en su camiseta se pueda leer Barcelona, L’Hospitalet, Santa Coloma, Sant Adrià, Esplugues o Sant Just Desvern.

Ha llegado el momento de establecer un gobierno metropolitano, sin que se deba temer por un proceso que arrincone al gobierno de la Generalitat. Eso ya pasó. Jordi Pujol se cargó la Corporación Metropolitana de Barcelona en 1988, que agrupaba a 26 municipios. Posteriormente, se recuperó parte de esa idea, con la actual Área Metropolitana de Barcelona, con 36 municipios.

Sí es cierto que esa realidad obligaría a jugar una nueva partida respecto al resto del territorio catalán. Y sería positivo porque, en ese caso, se impondría la realidad: reparto del poder, coordinación y cogobernanza interna, entre Generalitat y municipios, dejando en el limbo –porque no tiene ya ningún sentido—el viejo sueño de las veguerías o de las comarcas. ¿El objetivo? Prestar servicios de calidad a los ciudadanos, a los que viven en ese territorio: vivienda, transporte, cultura, ocio, y oportunidades económicas.

Barcelona ya no se puede pensar como algo ajeno a su entorno metropolitano. Aunque hay políticos que han considerado que pueden actuar en solitario. La alcaldesa Colau así lo piensa, y quiere reducir la presencia de vehículos en el casco urbano de la ciudad sin reparar en quién entra y sale de Barcelona. Resulta que es el mismo vecino metropolitano, que entiende esa mancha urbana como un todo. Y ese todo exige en los próximos años un gobierno metropolitano, sea a través de un Sadiq Khan, o de coordinaciones internas que funcionen como un reloj. En todo caso, lo que no se necesita es otra Colau, con disfunciones como las que muestra ese servicio de Bicing, algo más que cojo.