La plaza de Glòries ha sido un tema recurrente del urbanismo barcelonés. Una plaza que siempre se ha caracterizado por ser un lugar de paso. Ya desde mediados del siglo XIX, se atravesaba este espacio con la construcción de la línea férrea del tren que hacía el trayecto de  Barcelona a Granollers. Una infraestructura que determinaría desde entonces un hándicap para el futuro diseño de esta plaza. Cuando el ingeniero Ildelfonso Cerdá redactó el Proyecto para la Reforma y Ensanche de Barcelona, estableció una excepción. Dibujó un espacio vacío a modo de gran plaza en forma de rombo y que venía obligado a romper la geometría regular de la trama del Eixample. Una propuesta que vino también marcada por la existencia de las antiguas vías del tren, sin embargo no dudó en decir que esta gran plaza se convertiría en la nueva centralidad de la ciudad. 

De todas formas, no fue hasta años más tarde que se soterraron las vías del tren, dejando esta gran plaza casi bien sin urbanizar, libre de cualquier servidumbre. A partir de entonces la plaza ha sufrido diversas propuestas de ordenación urbanística, desde el anillo viario elevado, hasta hace poco felizmente derribado, o hasta convertirse en una mera prolongación viaria de entrada y salida de la ciudad. Diversos proyectos y actuaciones han tenido como protagonista este espacio y siempre con mayor o menor consenso con la vecindad. Hay que destacar que el mismo Cerdá autor de este modelo urbanístico moderno y muy adelantado a su tiempo, tubo ya muchos detractores, entre los que se encontraban personalidades y arquitectos tan conocidos como Puig y Cadafalch y hasta el mismísimo Domenech y Muntaner que quiso enfrentarse a esta forma de entender la ciudad tan geométrica de Cerdá, ubicando los Pabellones del antiguo Hospital de San Pau, en sentido contrario a la trama.

Los espacios que puedan llegar a definirse como Centrales de una ciudad normalmente vienen identificados por ser lugares donde va la gente, en donde se concentra la ciudadanía y la vida cívica tiene razón de ser, y esto se establece o bien por su carácter simbólico, o bien por el atractivo que pueda llegar a tener al disponer de equipamientos o edificios públicos que existan en su alrededor.  Esto les dota de una centralidad y de un protagonismo que por desgracia la plaza de Glòries en la actualidad no tiene.

Las intervenciones que desde siempre se han realizado en este lugar, han intentado aunar los esfuerzos e intereses entre el ayuntamiento y la ciudadanía, y no siempre han sido acertadas. En el año 2013, el Ayuntamiento, convocó un concurso internacional para la redacción del proyecto del Espacio Libre de la Plaza de les Glòries Catalanas, y el proyecto ganador recayó en el equipo de arquitectura formado por la UTE Agence Ter y Ana Coello de Llobet. Una propuesta que intenta transformar este gran espacio de 140.000 m2 de superficie, en un gran parque urbano maximizando el espacio verde. Aunque con algunas dudas en su planteamiento, como son el no resolver la interrupción del tráfico de la Diagonal y el de la Meridiana, así como el no proponer ninguna estrategia en la mejora del transporte público en la zona.

De todas formas, el proyecto propone un gran parque urbano para la ciudad y esto siempre está bien. Un propósito que puede verse deslucido por los continuos retrasos, sobrecostes y desvíos en los presupuestos de ejecución de las obras. En definitiva, uno de los mayores espacios verdes de la ciudad que recuperar, y que se ha liberalizado como consecuencia de dejar pasar el tránsito de salida y entrada de la ciudad de la Gran Vía por un túnel soterrado. Un túnel de más de 300 metros de longitud y que debido a modificaciones en el proyecto, y los retrasos originados, a día de hoy no vemos la tan ansiada luz al final del tún