Leí hace unos días un magnífico artículo en estas páginas escrito por Guillem Andrés, Lena Prieto y Pablo Miranzo sobre los riders. ¿Puedo felicitarlos desde aquí? Gracias. Es que no sabía si se podía.

Lo de riders viene del inglés. Allá usan el verbo to ride como equivalente a nuestro «montar» o «cabalgar», aunque lo habitual entre nosotros es emplear el verbo «ir». Así, nosotros vamos en moto, vamos a caballo o vamos en bicicleta, mientras un inglés cabalga o monta una moto, un caballo o una bicicleta. De ahí lo de rider, el que cabalga sobre algo. Que digamos rider cuando tenemos la palabra «ciclista» es algo del género idiota, pero la moda de los anglicismos hace tiempo que vino para quedarse.

La cuestión es que los ciclistas se han convertido en todo un símbolo de los tiempos que corren, y no son buenos tiempos.

Poco después de leer el artículo, supe que la Unión Europea está estudiando una ley que podría «descubrir» a más de cuatro millones de falsos autónomos dedicados a pedalear arriba y abajo. Resulta muy cómodo que te traigan la cena a casa desde un chino o una pizzería porque levantarte a ver qué hay en la nevera es un trabajo horroroso. Nuestra pereza alimenta la fortuna de esos empresarios que han ideado sistemas diabólicos para abusar de sus empleados, y uno de ellos es, simplemente, negarles la condición de empleados.

Los ciclistas son los falsos autónomos más visibles, pero hay autónomos y falsos autónomos que viven, o malviven, con trabajos de mierda en muchos otros sectores, y perdonen por decir… ¿Puedo decir «mierda»? Sí, sólo esta vez. Bueno, ya me entienden y seguro que conocen a alguien que tiene trabajos precarios y salarios de m… No descubro nada nuevo. Y no lo volveré a decir, perdón.

Cuando las autoridades se ponen estupendas y dicen que acabarán con esta clase de esclavismo guay, ocultan que la principal bolsa de trabajo precario es la Administración Pública. En Cataluña, concretamente, la Generalitat. Ya no hablo de interinos o sustitutos de bajas de maternidad o similares, sino de falsos contratos por obra o servicio o del empleo de falsos autónomos en tantos y tantos trabajos. Es un escándalo. ¿Es también así en el Ayuntamiento o en la Diputación? No lo sé, pero alguien tendría que preguntarlo.

El ejemplo más doloroso es el de la sanidad pública. Con la asistencia primaria bajo mínimos antes de la pandemia, ahora, simplemente, ha colapsado. Los recortes de los gobiernos convergentes echaron a  la calle a miles de trabajadores sanitarios y mucho, pero mucho, tendrían que invertir ahora en sanidad para volver a lo de antes y atender al ciudadano como Dios manda. Busquen a un pariente, amigo o conocido que trabaje en un CAP o en un hospital y pregúntenle por los trabajos precarios o el exceso de guardias por falta de personal.

Es evidente que lo de pagar un sueldo decente por un trabajo decente no entra en las ecuaciones de muchos patronos y empresarios. «Es que no encuentro camareros» porque los contratas a media jornada y hacen doce horas al día por un sueldo de m… eh… miserable, perdón. El problema tiene repercusiones sobre el crecimiento económico, el consumo, las desigualdades de la renta, la igualdad de oportunidades, las pensiones y un largo etcétera. A este paso, las clases bajas no saldrán del pozo y quien se cree clase media caerá en él.

Por eso me asombra el poco cuidado que pone la política en lo que tendría que ser su prioridad. A modo de ejemplo, ERC pone en riesgo los Presupuestos del Estado y todos los programas de ayudas europeos por ver si le pasan alguna película doblada al catalán en Netflix, con un par, pero no mueve un dedo para acabar con una tasa de riesgo de pobreza y exclusión social en Cataluña que supera el 25% y sigue subiendo. Conchabados con los muchachos de Colau, aprobarán los presupuestos del Ayuntamiento de Barcelona a cambio de aprobar los presupuestos de la Generalitat, aunque sea con don Ernesto a contrapié. Pero tanto aquí como allá los servicios y ayudas sociales apenas lo notarán, o la educación, o la sanidad… Eso sí, el pacto se reafirmará sobre algo muy guay, seguro.