Las palomas y los turistas que se pasean por la plaza de Catalunya la han compartido en las últimas semanas con dos asentamientos humanos. Por un lado, un grupo de independentistas ha instalado sus tiendas y stands de venta de merchandising en la parte superior de la plaza. Por otro, en los laterales se han instalado de forma un tanto más desordenada tiendas de peor calidad y estructuras de cartón en las que viven decenas de personas que no tienen donde dormir, son lo que denominamos sin techo.

Unos y otros hacen vida aparte, no se mezclan. Sólo de vez en cuando algún sin techo se ha acercado a los independentistas para tantear la posibilidad de recibir algo de comida. Esas incursiones no han sido muy fructíferas por lo que cuenta alguno de los que las ha llevado a cabo.

A medida que pasaban los días, las quejas por la existencia de esa doble acampada han ido subiendo de tono. No por parte de los partidos independentistas representados en el consistorio, claro está. El gobierno de la ciudad ha dejado hacer, quizás pensando que las fotografías que tomaban lo turistas no empañarían excesivamente la imagen de la ciudad.

Pero Sant Jordi está a punto de llegar, subido en su corcel y presto a salvar a la doncella retenida por el malvado dragón, en un episodio nada feminista de nuestro acervo cultural. Con Sant Jordi llegarán Mónica Terribas, Jordi Basté y tantos otros como andan dispuestos a realizar sus programas de radio y televisión desde estudios instalados en los espacios ocupados ahora por esas tiendas de quita y pon.

Y hay que quitarlas, faltaría más. Lo primero es lo primero. Sant Jordi tiene mucho de fiesta irreal. Por un día y sin que siente precedentes, los ciudadanos y ciudadanas son cultos y amantes de la lectura y el amor. No olvidemos que andan en liza también millones de rosas.

Los independentistas dicen que no se irán hasta que no liberen a los políticos de su cuerda que duermen en prisiones españolas. Sería mejor razón ésa que la de tener que dejar paso a las mesas, micrófonos, cámaras, altavoces y demás parafernalia comunicativa. Si la excarcelación no se produce antes del día 23, esos independentistas dormirán en sus confortables camas durante unos días. Y, previsiblemente, volverán tras el repliegue mediático.

Los sin techo, expulsados de la plaza, volverán a sus cajeros automáticos, soportales o entradas de aparcamientos subterráneos. Si vuelven tras la jornada de trasiego de libros y rosas, Ada Colau tendrá un problema. Uno más.

Pero alguien debería contarle a Sant Jordi que, aunque no las vea en su fugaz cita con Barcelona, en nuestra ciudad duermen cada noche más de mil personas sin techo propio.