Me había olvidado de ellos. Creía –¡iluso de mí!– que se habían cansado de dar la barrila y habían dejado de molestar en cierta zona barcelonesa. Pero me equivocaba: los cansinos patriotas de la Meridiana siguen concentrándose cada tarde donde solían para amargarles la vida a los automovilistas y a los transeúntes, que, al parecer, tienen la culpa de que ciertos políticos presos no salgan del trullo ni a la de tres. Me entero de que les ha salido competencia, eso sí, pues se han formado grupos de gente que están de ellos hasta las narices y les plantan cara cada tarde, convenientemente separados de los "lazis" por los Mossos d'Esquadra, cuyos mandos, por cierto, llevan tiempo solicitando sin éxito a la autoridad incompetente que prohíba de una vez la manifestación nuestra de cada día a cargo de los partidarios de la república que no existe, idiotas. Intuyo que a alguno de los nuevos manifestantes se le debe de haber escapado algún berrido y/o amenaza, pues los "lazis" ya se han quejado de su presencia y algunos dicen sentirse atemorizados por su ominosa presencia.

La prensa subvencionada, en papel u on-line, no ha tardado nada en tomar partido por los jubilators soberanistas que hacen tiempo hasta la hora de la cena entorpeciendo el tráfico en la Meridiana. Y lo han hecho calificando de ultras a los que protestan por tan molesta ocupación de la vía pública. ¡Qué fácil lo ve todo, esa gente! Para los "partales" y los "antichs" de este mundo, el "torracollons lazi" es, por definición, un progresista, un demócrata y un partidario de la auténtica justicia. Por consiguiente, quien se opone a él es, también por definición, un energúmeno de extrema derecha, un ultra, un franquista, un facha, un enemigo de la Cataluña Catalana. La perspectiva de que se trate de gente normal que está hasta las narices de que unos desocupados corten el tráfico cuando les sale de sus cuatribarrados cataplines ni se les pasa por la cabeza. Aquí, los que provocan con su actitud pueril y cansina no son los pelmazos que alteran la paz ciudadana en la Meridiana, sino los que desean restablecerla. Ya sabíamos que en Cataluña regía la ley del embudo, pero es que ya ni se disimula: para la "Gene" y el Ayuntamiento, la actividad de los pelmazos patrióticos es tan digna y necesaria que se les va a permitir molestar hasta el día del juicio final. Al que no le guste, que se jorobe mientras le cae el sambenito de ultra.

Yo diría que, si la "Gene" no quiere hacer nada con los cansinos de la Meridiana, el Ayuntamiento debería estar obligado a intervenir. Estamos ante un problema estrictamente barcelonés y le toca a la administración Colau enviar a casa a los jubilators airados y al resto de cansinos que no tienen nada mejor que hacer a la caída de la tarde que irse a molestar a los vecinos y automovilistas de una arteria ciudadana especialmente concurrida. Pero Ada, como suele hacer en todo lo relativo al "lazismo", se resiste a cumplir con sus obligaciones, siguiendo de nuevo su tendencia a reírles las gracias a una gente que no la puede soportar.

Un día de éstos, los Mossos no podrían evitarlo y los dos grupos de la Meridiana llegarán a las manos. Puede que a alguien le partan la cara. O que suceda algo peor. Pero Ada no tendrá la culpa, por supuesto. La tendrán los ultras. O, como en el caso del motorista que murió hace unos días por emplastarse contra un bloque de cemento, la tendremos los redactores y colaboradores de Metrópoli Abierta y Crónica Global, chivos expiatorios insuperables para esa mujer tan inepta como sobrada que tenemos al frente del consistorio.