La Navidad es resistente, les decía hace unos días. No hay quien tumbe al Pesebre como lugar en el que un día apareció un Niño precioso y se empezó a hablar de la Sagrada Familia. Ni la deconstrucción, ni la ideología de género, ni la ciencia del fútbol, ni la lotería han podido con esta imagen maravillosa que estos días nos ayuda a estar más unidos. A muchos les sienta mal lo que digo, pero se están forrando a comer turrón de guirlache: ¡para adentro!

La cabalgata de los Reyes Magos está a punto de llegar a Barcelona. Ser niño y creer en los Reyes es maravilloso. Ser Rey y creer en los niños es también maravilloso. Ser político y creer en los Reyes da muchos votos; y ser político y no creer en los niños baja mucho la natalidad. Pero avancemos.

¿Quiénes eran estos tres personajes, que han representado a Africa, Europa y Asia? ¿Representan realmente las tres edades del hombre, infancia, madurez y ancianidad? Dicen que están enterrados en un sarcófago de plata y oro en la catedral de Colonia; yo ahí los he visto. “Multitud de camellos te cubrirán, dromedarios de Madián y de Epha; vendrán todos los de Seba; traerán oro e incienso, y publicarán alabanzas de Jehová,” dice el profeta Isaías. Nos lo dice a nosotros, los mayores.

Fue el 17 de diciembre de 1603 cuando Johannes Kepler, el astrónomo y matemático de la corte del emperador Rodolfo II de Habsburgo, al observar con un modesto telescopio desde el castillo de Praga el acercamiento de Júpiter y Saturno en la constelación de Piscis, descubre que una conjunción de este tipo tuvo lugar en el año 7 a.C. Esta triple conjunción se vio con gran claridad en la cuenca del Mediterráneo. Era la estrella que siguieron los Magos hasta Belén: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque vimos su estrella en el oriente y hemos venido a adorarle”, se preguntan en el evangelio de Mateo.

Me he disfrazado muchas veces de Rey Mago. El sudor de la frente baja por las mejillas, se te despega la barba y notas en la boca el sabor al poliuretano del falso pelo y de la cola sintética; la peluca se te va desplazando hacia adelante, empiezas a no ver nada y sigues tirando caramelos; te cansas de sonreír pero nadie lo nota porque te han dibujado una boca de risa con crema negra Collonil, que sabe a rayos.

Pero no se fíen. Porque alguna vez Ada Colau también se habrá disfrazado de rey mago (su cutis ya le va al rey blanco). Manuela Carmena habrá sido paje muchas veces (pelo de paje prestado por Menkes ya lo tiene). Y Oriol Junqueras tiene una pinta de rey negro que no puede con ella (le bastaría con subir un poco el Pantone marrón del maquillaje). Dejemos que los niños disfruten la noche de reyes, pero la noche de reyes es más corta que la oscuridad de la política en la que estamos metidos. No se lo digan a los niños porque me matan. ¡Felices Reyes Magos!