La situación se esclarece por momentos, aunque las incógnitas son todavía notables. El partido que debía nacer a partir del concurso de diferentes formaciones que se reivindicaban como catalanistas liberales, no independentistas, ha comenzado a caminar. Se trata de Centrem, que lidera la exconsejera de Empresa de la Generalitat, Àngels Chacón, que este pasado sábado celebró su congreso fundacional. Hay dudas, claro, pero ahora es una realidad. Centrem tiene ante sí una doble necesidad: la de agrupar a sectores sociales que tuvieron como referencia en su día a CiU, y a los que creen, con mayor o menor intensidad, que la división que debe primar se sitúa en el eje izquierda-derecha. Defensa de la ‘catalanidad’, pero también, –y eso es más importante– por políticas que pongan el acento en la actividad económica, en la facilidad empresarial, en el dinamismo social.

Chacón ha sabido liderar un proyecto que seguirá en el alambre. No se trata de alcanzar en poco tiempo éxitos rotundos –aunque los resultados, como en el fútbol, siempre son decisivos– sino el de plasmar un requisito previo: primero debe existir la oferta, y ésta genera la demanda. El partido ya existe. Y la sociedad catalana, y la barcelonesa en concreto, deberá decidir en los próximos años dónde quiere estar. Si prefiere una cierta previsibilidad o se acomoda al caos, a los golpes de efecto, a la sentimentalidad más juvenil.

Una cuestión importante y que define la enorme complejidad política catalana es que Chacón no fue elegida secretaria general de Centrem a partir de una única lista al congreso. Ganó frente a la lista alternativa que había presentado Teresa Pitarch, que proviene de Convergents, el partido del exconsejero Germà Gordó. Pitarch quería introducir el derecho a la autodeterminación de Cataluña. No estará en el ideario de Centrem, y Convergents no tendrá miembros en la dirección. Chacón ganó con 153 votos, mientras que 35 votaron por la lista de Pitarch. No parece un buen comienzo, pero deja claro que esa es la realidad, incluso en formaciones que intentan superar todo lo ocurrido en los últimos diez años de procés.

El hecho es que a Chacón, que realizó una buena campaña electoral en las elecciones autonómicas, –sin obtener ningún escaño– como líder del PDECat, tiene ahora una oportunidad interesante para abrirse paso en Barcelona. La salida de Elsa Artadi de Junts per Catalunya, abre una nueva etapa para todo liberal –es cierto que, todavía, en el flanco independentista– que desee un cambio en la capital catalana. Junts per Catalunya se puede desangrar en su congreso del 4 de junio, con la disputa por el poder entre Laura Borràs y Jordi Turull –aunque se intentará en el último minuto una candidatura conjunta– y nadie saber cómo armar una candidatura realista y con posibilidades en Barcelona.

Para Chacón es una oportunidad para construir todos los puentes posibles, desde la convicción de que Barcelona debe tener otro equipo de gobierno, sin la alcaldesa Ada Colau, que no empuja para que la ciudad despegue económicamente y ofrezca mejores oportunidades a sus habitantes. No se trata de que Centrem sea la fuerza política protagonista de ese cambio –no puede serlo en estos momentos por su escaso músculo–, pero sí puede construir alianzas por su propio carácter constructivo. El problema en tiempos de gran desorientación política es encontrar un candidato sólido, creíble, que conozca la ciudad o que sepa rodearse de dirigentes con solvencia. Que sepa entenderse también con el PSC, la fuerza que se considera –por todos– como la columna vertebral para rehacer la ciudad.

En Barcelona siguen viviendo muchos ‘convergentes’, si se entiende por ellos a personas que defienden el progreso económico, que prefieren acuerdos transversales, que no buscan el conflicto continuo con las patronales o con el mundo económico en general. Y Junts per Catalunya –ahora– no puede ser el refugio, aunque el equipo que ha dejado Artadi siga luchando por ello. La carta de Xavier Trias podría lograr, en parte, ese objetivo, pero todo dependerá de ese congreso de junio y de cómo se reconstruya la formación que hizo suya Carles Puigdemont.

Centrem, un proyecto nacidado al calor inicial de Lliures –se desmarcó en los últimos meses como partido, pero promovió que sus integrantes se sumaran, si así lo consideraban--, de Convergents, de parte del PDECat, y de Lliga Democràtica, puede actuar de bisagra. Obtener representación en el Ayuntamiento de Barcelona será algo crucial para cambiar mayorías. Y ahí está el problema principal: aunque Chacón hable de un proyecto a largo plazo, más enfocado al Parlament de Cataluña, la prueba de fuego será Barcelona y el necesario cambio en el gobierno municipal. Si no se obtiene, si no se establecen alianzas, si no hay candidatos –en la banda calientan Sandro Rosell y Santi Vila–, entonces quedará claro que la oferta no ha generado la demanda y que será inútil ofrecer más productos en el saturado mercado.