Cuando no la lía por cuenta propia, el rapero Pablo Hasél se las apaña muy bien para hacerlo por persona interpuesta. Y si no, que se lo pregunten al artista que se hace llamar Roc BlackBlock, que ha visto cómo le borraban uno de sus grafitis por una referencia al comunista de Lérida, cuando el centro de sus ataques era el rey emérito, retratado fielmente y rodeado de improperios anti sistema en la mejor tradición culo-caca-pis. La presencia de Hasél se limitaba a una frase en la que se exigía que no entrara en prisión, como debe hacer uno de estos días. El grafiti iba contra la monarquía en general y el rey emérito en particular, pero Pablo, el hombre de moda, ha conseguido que todo gire en torno a su oronda persona, demostrando una vez más que su capacidad de autobombo es infinita. El mural llega justo después de que doscientas personalidades de la cultura española se manifestaran a su favor y defendieran su derecho a la libertad de expresión. No sé si dar vivas al GRAPO sobrepasa o no ese derecho, pero no me voy a inmiscuir en el trabajo de la justicia, en parte porque Hasél me parece un tipo violento, con muy malas pulgas, carente de talento y más corto que el rabo de una boina.

Lo que me interesa de esta historia del mural –el ayuntamiento lo borra, luego se disculpa por borrarlo, después le dice al artista que lo vuelva a pintar (a ver lo que nos cuesta la broma)– es la sensación de Can pixa i rellisca que emana, de nuevo, de la administración Colau. El mural de marras es borrado y nadie sabe quién ha dado la orden. Roc BlackBlock apunta directamente a Colau, a la que acusa de haberle borrado hace años una frase de otro mural suyo. Los secuaces de Ada se quitan el muerto de encima, hablan de incomprensibles problemas de coordinación, se reúnen con el colectivo de grafiteros (y yo convencido de que esas almas libres no se organizaban e iban por ahí a salto de mata, pintando hasta que aparecían los guardias), lamentan el atentado a la libertad de expresión y le piden al artista que lo pinte de nuevo, aunque puede que la cosa no sea inminente, dada la atareada agenda del señor BlackBlock. Conclusión: un embrollo perfectamente evitable, pues hasta el muro del dibujo anti monárquico estaba gentilmente cedido a los grafiteros locales para plasmar su visión del mundo.

He entrado en la web de Roc BlackBlock y me he encontrado con un señor calvo y con gafas que luce un pendiente de watusi entre las fosas nasales y tiene como lema la frase en inglés Art is a mission, not a competition (se entiende, ¿verdad?). El hombre estudió diseño gráfico en la escuela Elisava y lleva dedicado al grafiti desde 1999. A diferencia de la mayoría de sus colegas barceloneses, el señor Black Block luce una técnica decente, basada casi siempre en fotografías, y es de los pocos que puede acabar accediendo al circuito de galerías. Yo prefiero a TV Boy porque me recuerda a Banksy y tiene sentido del humor, pero lo del amigo Roc es técnicamente presentable, si bien hace aguas en el mensaje político, que es de un rutinario y de un previsible que atufa, instalado a perpetuidad en todos los tópicos progres que se nos puedan ocurrir (Guerra Civil Española, negros maltratados, mujeres basureadas, etc.). Técnicamente solvente y conceptualmente simplón, el señor Black Block solo es, en el fondo, un correcto ilustrador con pretensiones sociales. Pero es el protagonista de esta historia en la que Hasél se las apaña para chupar plano y yo, de él, aprovecharía para sacarle los cuartos al ayuntamiento, donde parece que no se aclaran con qué está prohibido y qué no ni con qué hay que borrar y qué no. El que la hace, la paga, Ada. Y a ver si pones un poco de orden entre tus esbirros, que luego ya ves en qué líos te meten.