La semana pasada tuvieron lugar dos acontecimientos que no se sabe si han sido recordatorios, premonitorios o ambas cosas. El primero fue la publicación y presentación del libro Cròniques del Fang. Quan els diaris van donar veu als barris. La segunda, la emisión por La 2 de La colmena (1982), la película de Mario Camus basada en la novela del Nobel Camilo José Cela. El libro transcurre en la Barcelona del tardofranquismo, desde 1966 hasta 1983, cuando el alcalde Narcís Serra marchó a Madrid y Pasqual Maragall le sucedió en la Alcaldía. La película sucede en el Madrid de 1942, pero vale igual para cualquier ciudad española de postguerra. El autor de las historias barcelonesas que se cuentan en las Cròniques del Fang es Jaume Fabre, pionero de los reporteros díscolos y críticos, algunos de los cuales fueron encarcelados, como su amigo y colega Josep Maria Huertas Claveria.

La película cuenta con un elenco de los mejores actores y artistas del siglo pasado y refleja la pobreza, el hambre, la escasez, el racionamiento, el estraperlo y otras miserias que son un viaje a la tristeza física y moral de quienes sufrieron aquella época. Sin esperanza y con frío, mucho frío. La lectura del libro de Fabre revive la historia del periodismo social barcelonés que se unió a los movimientos vecinales de protesta y luchó por la libertad de expresión y de opinión, así como para conseguir una Barcelona mejor que la de las barracas, la marginación y los barrios periféricos sin asfaltar y dejados de la mano de los dioses y del Ayuntamiento.

Personas de Barcelona en la cola del paro / METRÓPOLI

Personas de Barcelona en la cola del paro / METRÓPOLI

 
Tan lejos y tan cerca, son historias del neorrealismo más puro y verdadero de la España retratada en La colmena escrita y en la filmada. Junto al neorrealismo periodístico de las crónicas y fotografías que ha recopilado y salvado del olvido Jaume Fabre, causan estremecimientos cuando se comparan con situaciones actuales. Como el desabastecimiento de algunos productos, los inalcanzables precios de los combustibles, la miseria eléctrica, las cestas de la compra semejantes a las cartillas de racionamiento, las colas del hambre, la presencia de pobres y vagabundos en las calles, el auge de la prostitución forzada para mantener a los huérfanos, la falta de calefacción y frío, mucho frío.
 
Niño, apaga las luces. Niña cierra las puertas. ¿Mamá qué comeremos hoy? ¿Papá, te queda tabaco y papel de fumar? ¿Cuándo nos toca hacer cola para la próxima lata de petróleo? Abuela, me duelen los sabañones… Aquella sociedad triste, atemorizada y fatalista parece volver con la mirada y la memoria puestas en el invierno. Con pisos colmena y con zánganos que viven, cobran y malversan a costa de los demás. Niño eso no se dice. Niño eso no se hace… Pero Fabre fue uno de aquellos periodistas que decían lo que no se podía decir y hacían lo que no podían o no querían hacer ni decir la casta de colegas afines al régimen y al Ayuntamiento. Los rebeldes con causas más destacados fueron Francisco Candel, Huertas Clavería, Martí Gómez y una breve lista que se la jugaron. Muchas veces perdieron y unas pocas ganaron ellos y la ciudad. Todos habían pasado mucho frío y gastado zapatos para informar de la Barcelona llena de barro físico y moral. Y aunque la historia no se repite, ya se parece demasiado.