Aumenta la delincuencia en Barcelona de forma exponencial y nadie hace nada. Los narcopisos se reproducen y los vecinos de algunas zonas descuidadas se encuentran sometidos a rutinas impensables: Jeringuillas por las calles, okupas en los portales y un clima tenso que puede ampliar su radio de acción.

Barcelona, ciudad de oportunidades, sufre amenazas tangibles. Las políticas permisivas y la falta de liderazgo de la Sra. Colau nos abocan al fracaso. Y, por suerte, no todos estamos dispuestos a mirar a otro lado ni a esperar a que de repente, todo cambie. Tenemos una gran ciudad.

Las sociedades andan en movimiento, evolucionan, modifican sus estructuras y en ocasiones, retroceden. Lo importante es conocer la realidad que vivimos para afrontarla. Y Barcelona necesita urgentemente seguir las vías de la convivencia que la caracterizan para frenar cualquier expresión de violencia en sus calles.

La consecuencia directa de las políticas actuales es un camino hacia la inseguridad, que no solo afecta a los barceloneses, sino que ataca de forma directa el corazón de la economía catalana.

Se está desprestigiando, paso a paso, la imagen de nuestra ciudad, afectando al turismo, a la inseguridad de los visitantes, a los comercios, y a la propiedad. Y, de postre, la Guàrdia Urbana de Barcelona se enfrenta diariamente a situaciones de alto riesgo con insuficiencia de medios y efectivos. Con manifiestas limitaciones, y sin obtener soluciones por parte de quién está obligado a brindarlas, la Guàrdia Urbana sigue actuando con efectivas y brillantes operaciones, las acaecidas la pasada semana en Ciutat Vella, contra los narcopisos y la drogadicción, son un excelente buen ejemplo. Pero el buen hacer profesional requiere más medios y un decidido apoyo institucional.

Por suerte los números no mienten, las estadísticas reflejan el aumento paulatino de la delincuencia en Barcelona. Ya en 2017, las denuncias presentadas en la ciudad condal, reflejaban uno de los peores registros de los últimos años en Cataluña, aumentado todos los delitos, en todas sus modalidades.

Por ello, debe combatirse la delincuencia desde la efectividad y el rigor. No podemos aceptar los gravísimos datos que reflejan diariamente los medios de comunicación. Barcelona no puede dibujar un panorama de llamada a la delincuencia, la sensación de impunidad debemos erradicarla de raíz, la tolerancia debe ser cero. Tenemos una ciudad alegre, activa, potente… de ninguna manera hemos de permitir políticas municipales que frenen o hagan retroceder Barcelona.

Debemos facilitar todos los medios posibles a los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, pero en especial debemos apoyar a nuestra Guàrdia Urbana, un cuerpo encargado de velar por nuestras políticas de proximidad, esas de las que depende nuestro bienestar cotidiano.

Barcelona tiene todos los ingredientes para consolidarse como la mejor ciudad del mundo. Los enfrentamientos partidistas y la falta de políticas municipales efectivas deja al descubierto una realidad de deficiencias. Se han de disminuir los doscientos mil actos delictivos que atraviesan los diez distritos Necesitamos analizar, proponer y desarrollar políticas alternativas.

La mejor ciudad del mundo necesita la mejor política. Los ciudadanos y ciudadanas reclaman miradas serias y efectivas para gobernar la ciudad.