Las cuestiones tangibles han comenzado a ganar peso en Barcelona. A los dirigentes políticos se les ha achacado en los últimos años una idea que ha resultado en gran medida ficticia: no tiene proyecto, no ofrece ningún relato sólido, se ha dicho de este o de aquel dirigente. Y la pregunta ahora que parece oportuna formular es si, realmente, es o no necesario contar con una gran historia, si esta es una cáscara vacía. Lo que cuenta es si se puede dirigir una administración que cuente con una agenda de transformación nítida. ¿Existe ahora en Barcelona? El alcalde Jaume Collboni ha dado cuenta de ello, en su reciente conferencia en el Dhub, dentro del tradicional encuentro con los medios de comunicación: ‘el alcalde responde’.

En Barcelona se pueden movilizan en los próximos años hasta 10.600 millones de euros, con cambios urbanísticos y con políticas económicas, que incluyen desde la reforma de la Rambla, la estación de la Sagrera, la ampliación del Hospital del Mar, el traslado del Clínic a los terrenos de la UB en la Diagonal, la ampliación de la Fira de Barcelona o la construcción de viviendas en la Zona Franca, o en el norte del distrito del 22@. Se trata de un cambio profundo en la ciudad. ¿Es un proyecto ilusionante, mera gestión, o un cambio real de modelo? Los ciudadanos lo juzgarán, a medida que se vaya concretando.

Sin embargo, lo que sí ha quedado en evidencia es el frágil relato del independentismo, que, a pesar de las protestas, –con poca trascendencia–, ha interiorizado con celeridad decisiones como las que se han practicado en el Centre Cultural del Born. El equipo de gobierno de Collboni tenía claro que ese equipamiento debía servir a la ciudad, y dejar de ser un referente del ilusionismo de los partidos independentistas. El Born, que debía haber sido una gran biblioteca provincial, cuando se obtuvieron los recursos del Gobierno central a finales de los años noventa, se convirtió en la referencia de los independentistas que siguen creyendo que la bandera austracista de 1714 todavía tiene un sentido.

Las ruinas de casas y de talleres, de una ciudad que fue destrozada en la Guerra de Sucesión, de 1714, entre borbones y austracistas, pasaron a ser idolatradas porque ese espacio debía servir como recuerdo de una Catalunya libre, que se vio sometida a partir de aquella guerra al régimen borbónico. Como ha ocurrido a lo largo de la historia, las elites salieron bien paradas, se reordenó todo y en unas pocas décadas Catalunya experimentaba un enorme crecimiento económico.

El Born, ahora, recuperadas aquellas ruinas, formará parte de un relato de ciudad, dentro del organigrama del Museo de Historia de Barcelona, el Muhba, que dirige el geógrafo e historiador Joan Roca. Barcelona dentro del conjunto de ciudades europeas que fueron evolucionando, de la edad media a la revolución industrial. Barcelona en el contexto de las grandes urbes europeas, y Barcelona, claro, en ese momento de destrucción producto de una guerra también europea, de cambio dinástico. ¿No parece más lógico?

Los grupos municipales en el Ayuntamiento de Barcelona han acabado aceptando de mayor o de menor grado el cambio en el Born. Las protestas iniciales llegaron por parte de JxCat, el partido de Xavier Trias, que impulsó el proyecto y que puso al frente a Quim Torra, un historiador aficionado que se convertiría –cosas de aquellos años—en presidente de la Generalitat. Torra ha lamentado que el Born ya no sea el referente ‘estelado’, y también lo han hecho independentistas del llamado cuarto espacio, que siguen a la ANC en el intento de formar una candidatura a la Generalitat, que compita con JxCat y ERC, como el filósofo político Jordi Graupera. Pero poco más.

La retórica ‘indepe’ se desvanece en Barcelona, porque el independentismo no tenía nada sólido a lo que agarrarse. El Born es digno de ver, pensando también en el mercado que fue. Esas estructuras atraen a los turistas y también a los locales. Pero era necesario algo más que el recuerdo de una ciudad que sufrió una guerra y una destrucción posterior por parte del bando ganador. Y ahí sí es necesario un relato, una explicación histórica seria, contextualizada en la evolución europea. Es un cambio de rasante importante. Aunque habrá que comprobar sus resultados.