El agua es un bien esencial. Millones de personas dependen del agua para vivir. La historia nos ha demostrado que se trata de un recurso sensible con el que no se pueden hacer experimentos. Es el caso de la Torre de les Aigües del Besòs, que es ahora un símbolo arquitectónico de la Barcelona industrial. Corría el año 1875 cuando los hermanos Camps i Puigmartí idearon un proyecto para captar agua del subsuelo del Poble Nou para abastecer la zona de Sant Martí de Provençals y del Eixample.

Era una idea rompedora para su tiempo y que supondría un punto de inflexión para la ciudad. Era un momento de efervescencia creativa e industrial. La población crecía a un ritmo vertiginoso y se buscaban soluciones para ofrecer servicio a los nuevos vecinos y vecinas. En 1878 el Ayuntamiento dio a los hermanos Camps i Puigmartí la concesión para la captación de agua y en 1881 crearon la sociedad promotora, que fue la Compañía General Anónima de Aguas de Barcelona, Ladera Derecha del Besós. Al frente del proyecto constructivo situaron al arquitecto municipal de Barcelona, de influencia modernista, Pere Falquès.

El objetivo pasaba por captar 24.000 m3 a partir de diversos pozos y elevar el agua hasta una torre de 80 metros para garantizar la presión necesaria para los pisos del Eixample. Pero una vez acabadas las obras, los problemas no tardaron en aparecer. Debido a la intensidad extractora, el agua del acuífero se salinizó por la proximidad con el mar, un hecho que los estudios realizados previamente en relación con la calidad del agua no habían previsto.

Era cuestión de tiempo que las autoridades obligaran a la compañía a cortar el suministro a la población. Y así se hizo en 1889. Este fracaso en la gestión del servicio del agua supuso la ruina económica y el desprestigio de los hermanos Camps i Puigmartí. El desastre fue de tal envergadura que, incluso, uno de los hermanos, Xavier Camps i Puigmartí, se quitó la vida el 12 de febrero de 1890 al no poder suportar la situación. Aunque en aquella época se quiso ocultar, todo apuntó a que fue un suicidio.

Después de este fatídico suceso, el proyecto se vendió a Barcelona Besós Waterworks Company Ltd, empresa británica que no consiguió rentabilizar su inversión. Y fue en 1895 cuando SGAB consiguió enderezar el proyecto. Compró la Torre con un doble objetivo: integrar la red de distribución construida a partir de la Torre del Besòs hacia el Eixample y Sant Martí de Provençals a su propia red; y poder suministrar agua para el sector industrial del Poble Nou. Como otros proyectos que nacieron durante ese periodo, se acaban integrando en la red de suministro de SGAB, con agua procedente de Dosrius, Vallès y una Central Besòs acabada de ampliar.

En 1992, SGAB vendió el sistema de captación, de bombeo y de elevación a Material para Ferrocarriles y Construcciones SA (Macosa). La torre aporta los caudales de Macosa hasta principios de los 90, cuando todo el Poble Nou se transforma de cara a los Juegos Olímpicos de 1992. La Torre de les Aigües y la Casa de las válvulas son los únicos elementos que se mantienen, pasando a ser propiedad del Ayuntamiento de Barcelona.

Casi un siglo y medio más tarde, todavía hoy, en pleno siglo XXI, hay quien quiere realizar experimentos con la gestión del servicio del agua, como hicieron los hermanos Camps i Puigmartí. Parece que aquel fracaso no ha servido a Ada Colau y Eloi Badia para aprender que deberían huir de inventos y ocurrencias, fruto de posicionamientos ideológicos, con este bien esencial. El agua no se puede utilizar como arma arrojadiza o para conseguir beneficios personales y/o políticos. Parece que todavía no hemos aprendido que detrás de un simple gesto como es abrir el grifo y que salga agua las 24 horas de los siete días de la semana, con las máximas garantías sanitarias, hay todo un equipo de profesionales que con su conocimiento –know-how—y experiencia lo hacen posible. La historia nos demuestra el final trágico de experimentos como los que impulsa y defiende Ada Colau en Barcelona.