Barcelona tiene problemas y muchos. Sin embargo, no parece que existan para la oposición que solo se fija en aquellos asuntos de los que puede sacar réditos, o eso les parece. Estos días Xavier Trias y Ada Colau han criticado al alcalde cogidos de la mano. Sin duda, les une la animadversión hacia Jaume Collboni porque a pesar de la debilidad de su gobierno mueve piezas para mejorar la ciudad, y les une su común denominador: su liderazgo caducado.

Xavier Trias cargó contra Collboni porque no se saca de la cabeza su leitmotiv que us bombin y le cabrea, sobremanera, que Junts no sea la mayonesa de todas las salsas. El pacto PSC-Junts que hace unos meses era posible decayó porque quizás Collboni se fía de Trias, pero no de Puigdemont.

Trias ha anunciado --y retrasado-- su marcha porque no consigue cerrar un pacto con Collboni y ser oposición en un consistorio es muy duro. Jordi Martí y Neus Munté, sus posibles sustitutos, también tienen fecha de caducidad y meterlos en el cartapacio municipal es una aventura de riesgo porque no mandarán, mandará Puigdemont y sus vaivenes. Por cierto, esto de Trias de me voy y no me voy recuerda mucho al no me presento y me presento de Colau.

La exalcaldesa sigue erre que erre. Quiere sillones para sus Comunes que están en las raspas en su representación territorial. Esa ansia le ha llevado a tirar por tierra los presupuestos de la Generalitat, de rebote los del Estado y si no “pilla” los de Barcelona. Su política de tierra quemada ha impedido aquella normalidad de pactos entre socialistas y comunistas, que incluían acuerdos aunque el PSC tuviera mayoría absoluta. La principal razón hay que buscarla en que Colau no es de fiar para los de Collboni. Otro punto en común con Trías.

Así las cosas, el debate municipal se sitúa en quién se llevará el gato al agua y esperan, con ansiedad, que Collboni los designe con el dedo. Trias y Colau rivalizan en ser el “elegido”, pero Collboni no tiene prisa. Cierto que se necesitan los presupuestos como agua de mayo pero los números, más de 700 millones, al final caerán como fruta madura porque ganará el alcalde la moción de confianza. En este punto, ERC se ha puesto a la sombra de Collboni porque necesitan tiempo para resituarse y reinventarse tras la marcha de Maragall. No tienen un liderazgo caduco, simplemente no tienen liderazgo, pero han buscado un refugio.

Mientras llega este momento presupuestario, Collboni está centrando el debate mientras que los “caducos” se quedan fuera del tablero. Primero con su conferencia donde fijó el modelo de ciudad. Trias desaprovechó el foro porque se centró en mirar el ombligo de Junts. Colau también desaprovechó el suyo repitiendo su letanía más que el ajo. Collboni miró al futuro y estableció sus prioridades, que son discutibles, solo faltaría, pero que nadie le discute porque no hay oposición más allá de la algarada y la fácil declaración. Algo así como que Collboni gana por incomparecencia del contrario.

Lo mismo sucede en el día a día. Desde la seguridad hasta la limpieza, pasando por la ordenación viaria, el medio ambiente, la cultura, la vivienda, los barrios o el plan de mantenimiento de la ciudad que se presentó este viernes. Aquí tampoco existe la oposición. Incomparecencia de nuevo.

Barcelona tiene muchos problemas y muchos están por solucionar empezando por el “campi que pugui” que reina en Vallcarca con los okupas. Y muchos más. La lista es larga y el alcalde marca su impronta y se ocupa, esta vez sin k, of course. La oposición no está y de momento ni se la espera. Lo curioso del asunto que el único que presenta propuestas concretas es Dani Sirera, el líder del PP. Vivir para ver. Al menos, alguien comparece. La oposición está perdiendo la batalla política, pero lo más importante es que están perdiendo la batalla del debate sobre Barcelona. El único que juega, de momento, el alcalde. Que se lo hagan mirar. En Catalunya, el juego se fía a todo al 12 de mayo. Gracias señora Colau.