La historia reciente de la Sagrera ha pasado por diferentes desencuentros. Lo que podía haber sido una de las principales transformaciones urbanísticas de Barcelona, ha acabado convirtiéndose en una suma de proyectos o bien inacabados, o bien fracasados.

Entre los primeros se encuentra la famosa Estación del AVE. Una estación que se erguía como el puntal y centro del desarrollo urbanístico de la zona. Una magnífica oportunidad que se presentaba para la ciudad, no tan solo por la construcción de esta gran infraestructura estratégica, sino también porque iba acompañado con la urbanización del parque más grande de Barcelona. Uno de los grandes terrenos aún libres de la ciudad, en el que se podía integrar un gran parque de 48 Hectáreas de superficie verde, con 10.000 viviendas de las cuales existía la previsión de que el 46% fueran de protección oficial. Un desafío para la ciudad que lleva varios años sufriendo un incumplimiento de plazos, y que en la actualidad nadie se atreve a asegurar una fecha de finalización factible. La estación desde su inicio ha tenido multitud de avatares: modificaciones en su proyecto original, problemas de financiación por parte del Ministerio de Fomento y sobrecostes descomunales en las partidas de obra que han superado más del 500%. Una auténtica barbaridad. Una suma de despropósitos.

Lógicamente el parque va a tener que esperar la finalización de la estación para que de esta manera se puedan soterrar las vías y cubrir toda la zona. Además tiene que incluir el nuevo e inmenso colector de la Rambla Prim. Un colector que tiene que dar servicio a otros tres colectores que se tienen que desviar. La realidad es que aunque desde el 2018 se ha reanudado las obras, paradas durante unos años, no parece que estemos cerca de la finalización, ni de la estación, ni de la urbanización, ni del parque. Una gestión del urbanismo y de las infraestructuras de nuestra ciudad que deja mucho de desear.

En segundo lugar, si hablamos de proyectos fracasados, hay que mencionar la torre diseñada por Frank Gehry en el terreno que conforma el Triángulo Ferroviario de la Sagrera. Un proyecto que en su día promovió el Consorcio de la Zona Franca de Barcelona, con un presupuesto de más de 400M. de euros, y que como consecuencia de ello se hizo imposible tirar para adelante. Este edificio debido a su forma se le llamó La Novia, Una construcción de 80.000 m2 para oficinas con 34 plantas y 145 metros de altura. El proyecto no llegó a buen puerto porque era inviable inmobiliariamente hablando.

El mercado de oficinas no podía digerir tan fácilmente y a estos costes, un edificio como este. Una verdadera lástima porque parece ser que Gehry (Premio Pritzker el año 1989), tenía mucha ilusión en construir un edificio en Barcelona, aunque testimonialmente en el año 92, nos regaló con el diseño de la pérgola pez en la Villa Olímpica. Posiblemente el enfoque de la operación se tendría que haber ajustado a los criterios que internacionalmente se están aplicando en edificios de estas características. Como son el establecimiento de un programa de diversos usos, lo que se llaman edificios de tipo Mix o de usos Mixtos. Una estrategia que de alguna manera hace factible y viable la operación inmobiliaria, y representa un valor añadido en el territorio en el que se asienta.

La multiplicidad de usos, como es el comercial, el hotelero, las oficinas y el de viviendas, todo en el mismo edificio conlleva que el edificio sea vivo. Se entiende por vivo que noche y día está activo y dota de mayores servicios para el barrio y para la ciudad. No me cabe la menor duda que Gehry hubiera diseñado un buen edificio para Barcelona, un icono más que tanto La Sagrera como Barcelona hubieran podido tener, y que conjuntamente con la estación y el futuro parque, hubiesen contribuido a la urbanización de un barrio atractivo y excelente para toda la ciudadanía.