Jaume Collboni se ha hecho valer en estas últimas semanas. El líder socialista se está demostrando leal con el gobierno de coalición en el Ayuntamiento de Barcelona. Firmó un acuerdo y se ha conjurado en llevarlo hasta el final. Es una concepción de la política que no se aplica de forma habitual. Un ejemplo, el Gobierno de España donde el socio minoritario aprovecha cualquier resquicio para ser desleal con su socio. Y otro, el Gobierno de la Comunidad de Madrid donde los navajazos por la espalda entre socios son lo recurrente. Sobre todo, del socio mayor al socio pequeño.

Collboni ha demostrado que no va a jugar al circo político. Sin embargo, a veces su silencio ha sido interpretado como un exceso de sumisión a las directrices y ocurrencias, muchas ocurrencias, de la alcaldesa Ada Colau. En esta misma sección, hemos criticado al líder socialista. Es bueno corregir puntos de vista atendiendo a la realidad. Y eso voy a hacer en esta columna.

El primer teniente de alcalde de Barcelona ha demostrado que se puede hacer política de otra forma. Es, sin duda, el único interlocutor válido con el mundo empresarial, que ha dejado en suspenso sus relaciones con la alcaldesa por su empecinamiento en convertir Barcelona en un quebradero de cabeza para los que “osan” circular en coche. El jefe de filas socialista ha marcado su impronta, lo que ha tenido un importante éxito esta semana. Ya sabemos que aquí cuando consigues algo se critica porque es poco, y si no consigues nada es que “el mundo nos ataca” o porque somos “reprimidos” por el Estado. Nunca estamos contentos. Pero esta semana, Collboni ha visto la luz de sus movimientos en los últimos meses, aunque pocos lo van a reconocer.

Con Josep Sánchez Llibre, presidente de Foment del Treball, mantiene un estrecho contacto y su alianza ha llevado al ministro José Luís Ábalos a cerrar un acuerdo con el conseller Damià Calvet sobre los accesos al puerto de Barcelona. Una obra retrasada impunemente durante años que está poniendo en jaque la actividad portuaria, ya de por sí golpeada por la pandemia. La jugada a cuatro manos ha sido capaz de firmar un acuerdo, de esos que hace años que no se veían. Acuerdo rubricado, nada más y nada menos, que por Damià Calvet, también candidato a liderar Junts per Catalunya.

Collboni, en paralelo, agitó otras aguas. Las de la vivienda. La crisis está golpeando con dureza a un buen número de ciudadanos de Barcelona. No en vano, los desahucios se han disparado de forma exponencial. El Ayuntamiento no abordaba las políticas adecuadas, más allá de las ideas “container”. La legislatura anterior fue un fiasco en política de vivienda. Apenas se construyeron 800 viviendas sociales en lugar de las 4000 prometidas. La legislatura actual amenazaba con repetir el fracaso. Collboni se puso manos a la obra y ha sentado las bases para que Ada Colau (Collboni rehuyó el protagonismo) firmara con José Luís Ábalos un convenio que supondrá la construcción de 3.614 viviendas dirigidas a familias con escasos recursos económicos. Y de éstas, casi el 50% contarán con la iniciativa privada, un detalle que no ha pasado desapercibido y que señala la paternidad del acuerdo.

La colaboración público-privada es el enemigo a batir por los comunes. Ada Colau ha estigmatizado el papel de la iniciativa privada en su gestión. Ha utilizado la demagogia con el suministro de agua, ha librado una batalla encarnizada con los hoteleros, ha obligado a los promotores a unas condiciones que han provocado un descenso de la obra nueva, ha dinamitado a los bares y restaurantes con limitaciones draconianas, y así un largo etcétera, aderezado con la falta de transparenciasubvenciones a los “amigos”, si son de Eloi Badia un poco más, y eludiendo sus responsabilidades en el futuro de la ciudad. Collboni ha sido el bálsamo para estos sectores, pero su actitud lo acusaba de complicidad con el gobierno de Colau. Justo es reconocer que lealtad sí, pero sumisión no. Collboni no usará la estridencia para marcar perfil propio. Utiliza otro camino, más sinuoso si se quiere, pero a la sazón más efectivo. Lo ocurrido esta semana es un buen ejemplo. Espero que siga siendo así pero, de entrada, de sabios es rectificar.