El modelo Barcelona funciona. La ciudad empieza a sacudirse mediocridades de todo tipo, hay quien piensa no solo en el corto plazo, sino en el medio y en el futuro, y los barceloneses empiezan a ver la luz al final del túnel. La inestabilidad política no es tal. Jaume Collboni ha perdido la moción de confianza pero una mayoría alternativa es harto imposible. El propio Xavier Trias lo insinuó en la presentación de un libro -autobiográfico diría yo- escrito por Jordi Cabré, a la sazón sobrino del exalcalde. Jordi lo conoce más que bien. De hecho, Trias jugó a malabarista en el acto de presentación, pero entre sus juegos no había una puñalada trapera al alcalde socialista. Sabe que el modelo Barcelona ha funcionado y que su partido es solo una entelequia en manos de un mesiánico Puigdemont. Y volvió a suspirar por un acuerdo con los socialistas porque Trias sabe que en la oposición hace mucho frío y los neoconvergentes no tienen tanto banquillo como pensaban. Mejor dicho: banquillo del de verdad, no el de estrellas que no han dado un palo al agua pero que se pavonean por doquier para agradar al líder, y medrar.

En un mes tendremos presupuestos y, por ende, inversiones. Esas que la egolatría que Colau proyecta sobre su persona dejó en el alero. Las previstas en los presupuestos de la Generalitat y del Estado las podemos dar por perdidas, o como mínimo llegarán tarde. Veremos si demasiado. El modelo ha funcionado porque Barcelona se ha salido del mapa de los postureos, de los sesudos debates sobre el procés, de las polémicas estériles, de memeces y de chabacanas actuaciones. Después de años de veleidades, Barcelona discute sobre Barcelona. ¡Ya era hora!

Es interesante como socialistas, republicanos, junteros y populares discuten sobre proyectos, sobre problemas. De los comunes no diría tanto porque siguen en su mundo de yuppie. La prueba del algodón es que el más desastroso de sus concejales, Eloi Badia, el que intentó ser funcionario mientras estaba en el gobierno municipal es el cabeza de lista por Girona. La esotérica propuesta ya les digo que no funcionará y Badia no será diputado en el Parlament. Seguirá cómodo como diputado en el congreso fiel al caciquismo de la señora Colau.

Los comunes están en otra cosa. En mendigar como sea entrar en el gobierno y sobrevivir como partido. Las municipales le fueron mal, muy mal. Su poder municipal ha quedado reducido a la mínima expresión y una derrota en las autonómicas podría acentuar la crisis de un liderazgo que ha perdido fuelle y sentido. La derrota el 12 de mayo se medirá si no suben en su actual representación o todavía la merman un poco más. No es la Generalitat el terreno de juego propicio para los comunes, pero en estas elecciones con los desmanes de Colau pueden implosionar. Y si implosionan será divertido ver cómo el modelo de Barcelona se consolida por ausencia de alternativa. Y veremos si todos los comunes se quedan en el consistorio bajo las alas de la gallina Colau.

Hasta el PP está cómodo en el modelo Barcelona. Dani Sirera se consolida como líder de un partido que tenía grandes vías de agua. Ha sido hábil y ha desoído los cantos de sirena que lo proponían como líder del partido. Está jugando sus cartas para el futuro y no entra en arenas movedizas. Alejandro Fernández mejorará resultados, pero su liderazgo está en entredicho. No olviden que aún falta realizar el cónclave del PP. Un congreso incierto en el que los críticos culpan a Fernández del desastre del 21 pero no parece que le culpen del éxito, que le auguran las encuestas, en el 24. Así, Sirera se dedica a regar el jardín y hacer política en Barcelona y para Barcelona con propuestas que el equipo de gobierno, socialista, toma en consideración. Todo una excentricidad en la batalla de las dos Españas que se cruzan balas de estiércol a diario.

El modelo Barcelona funciona y, a pesar de los palos en las ruedas, a buen ritmo. Es bueno que funcione porque en función de los resultados del 12-M a lo mejor el modelo Barcelona es el modelo Catalunya. Quizá es una utopía, pero también lo era ver a Jaume Collboni de alcalde, y gobernando. Quizá la historia se repita. No es una mala idea ni para Barcelona ni para Catalunya.