Acaba 2019 y creo interesante hacer un fugaz balance de cómo nos van las cosas por Barcelona. Lo primero que diré es que si te gusta cómo va todo por aquí, no leas este artículo: tiene una dosis brutal de realismo pragmático no ideológico.

Llevamos ya medio año de gobierno continuista, siendo más protagonista que nadie el héroe Batlle, intentando, con todos los esfuerzos, doblegar los catastróficos datos en seguridad heredados del mandato anterior.

Centrándonos en la propia dinámica de la ciudad, Barcelona bate hoy todos los récords en desigualdades sociales: jamás ha habido tanta precariedad, jamás tanta gente sin recursos, sin hogar y con unos niveles de renta que son para echarse a llorar. Si a eso le añadimos "el hundimiento" de la construcción de obra nueva lo que, sin duda, ha provocado el aumento del precio de compra o alquiler (ya me opuse con toda dureza al ser una medida de populismo en vena), el cierre de comercios, pymes y autónomos, la persecución al colectivo de la restauración y sus terrazas, el más que seguro cierre del ocio nocturno en el Puerto Olímpico, la caza de coches y motos y un sin fin de despropósitos a la economía productiva, estamos ante una situación de pobreza jamás vista en las últimas décadas.

Lo cierto es que no recuerdo ver a tantas familias pasándolo tan mal. De hecho, pregunto a profesores, empresarios, profesionales, jubilados y todos describen la misma realidad. Si a todo eso le añadimos la imagen de una Barcelona en llamas, con manifestaciones día sí, día también, y con un rifi rafe ideológico que ha fracturado en dos la sociedad, el resultado es que estamos en la más absoluta oscuridad social.

Escuchaba a un periodista internacional hablar de conflictos sociales y hablaba de Sudan, Irán y Cataluña; “menuda comparación” pensé, “¡cómo nos tienen que ver desde fuera!”. A todo esto, la respuesta de nuestro Ayuntamiento ha sido la subida de prácticamente todos los impuestos y tasas de su competencia, algo que acabará por desmoronar la ya de por sí precaria confianza en nuestro sistema de funcionar. Esto, señor@s, ya no va de izquierdas y derechas que tanto rédito ha dado, esto va de llenar la nevera cada mes, pagar el alquiler o hipoteca y tirar nuestras familias adelante; y hasta eso habéis puesto en riesgo.

Aquí los jóvenes no tienen futuro, con esta precariedad y fiscalidad hemos levantado un muro a los emprendedores. Que un chic@ de 25 años abra un negocio es todo un milagro. El último golpe ha sido lo de la T-Casual en el metro o la Tasa Hogareña. Y aquí parafrasearé a Einstein cuando afirmó aquello de “la estupidez humana”. Me pregunto por qué nadie dijo nada de esto en las elecciones, parece que nos encante que nos mientan y, como siempre, a principios de mandato, “¡hasta el fondo!”. De hecho, Barcelona ha perdido el norte, perdió la brújula y ahora navega sin rumbo a ninguna parte. Se ha impuesto, lo que denomino, "pensamiento precario": no hacemos otra cosa que copiar modelos de otras ciudades europeas, y eso solo se hace cuando careces de autenticidad y capacidad de innovar con el tuyo. Ni quiero ser Copenhague, ni Ámsterdam ni Berlín, no tenemos nada que ver con ellos, ni en usos ni en costumbres.

Para finalizar diré que soy de los que piensa que Colau no repetirá mandato, sabe de sobras que no ganaría. Cuando un alcalde viaja más al extranjero que a sus barrios, es síntoma de su final. Y como esto de la “política temporal” no se lo cree ni el gato, no creo que tardemos mucho en verla camino al Parlament de Cataluña. Sea como fuere, la responsabilidad última de esta historia la escribirán los barceloneses. Pienso que nos ha costado mucho llegar hasta aquí para echarlo todo a perder. Solo tenemos que volver a ilusionarnos y, como siempre, juntos y entre todos decidir construir una nuevo proyecto hacia la Gran Barcelona, capital de la Unión Europea. Ese es, sin lugar a dudas, el verdadero desafío. Menudo regalito nos dejaste Valls. Os deseo una Felices Fiestas a todos y que el "Caga Tió" os cague ¡pero bien! En modo Lvem, sin duda.