Me da por pensar que hay principios que están por encima de las diferencias políticas. Por ejemplo, que todas las personas tendrían que gozar de los mismos derechos y oportunidades, y a todas se debería exigir que cumplieran lo que marca la ley. El juego de la política es el cómo se consigue todo esto, y viene cargado de matices, como es de suponer. Unos defenderán la iniciativa privada y otros, la intervención del Estado, por ejemplo, y allá cada cual en cada caso.

Sin embargo, hay organizaciones que se sitúan por encima de la ley y creen que una persona que abusa sexualmente de otra no tiene por qué ser denunciada ante la justicia. La situación es la que sigue: en una organización, una persona mete mano a otra persona, la acosa, incluso llega más allá, siempre contra la voluntad de la víctima. La víctima se queja, después de pasar por un infierno. La organización nombra un comité, una comisión o una junta de ancianos, qué más da, estudia el caso, deja que pase el tiempo y resuelve el asunto de tapadillo, procurando evitar el ruido y acallando las protestas. Nadie acude a la justicia y la discreción es la norma. Si la víctima había sido agredida, ahora lo es doblemente, porque quienes estaban ahí para ayudarla no han hecho más que echar tierra sobre este asunto. El personaje que abusó de ella se va de rositas.

La historia les sonará no de un caso, sino de varios, y últimamente porque ha movido mucha tinta y afecta a una formación que presume de feminista, dice "nosotras" o "nosotres" porque afirma que el genérico "nosotros" es cosa del heteropatriarcado fasciocapitalista o qué sé yo, y porque, qué caray, hablar con la a o con la e suena más súperchachiguay. Pero una cosa es lo que se dice y otra lo que al final se hace. Hablamos, en efecto, de la CUP.

¿Recuerdan el caso de Mireia Boya? Se largó por piernas de la formación hace poco más de un año porque se sintió (cito) abandonada y maltratada por la Comisión Feminista, la que investiga los casos de acoso y abuso sexual en la organización. Un miembro de la dirección, un tal Xavi Generó, la había acosado inmisericordemente, o eso cuentan los periódicos. Ese personaje fue discretamente apartado de la parroquia, justo como se hace con tantos curas pederastas, y vive su propio retiro espiritual en un refugio de montaña.

Eudald Calvo, alcalde de Argentona, también de la CUP, tuvo que dimitir hace poco por acosar a una mujer... Aunque corrieron voces anónimas por Twitter diciendo que tenía afición a meter mano a más de una. Por lo que cuentan, se rifó a la Comisión Feminista y no quiso responsabilizarse de nada delante de ella, aunque acabó perdiendo el cargo. La CUP (cito) reconoció la generosidad y coherencia de ese acto, manda cojones, para luego amenazar con acciones legales (vuelvo a citar) contra las difamaciones que se han producido o puedan producirse al respecto.

No nos acabamos de recuperar del susto cuando el diaro Ara publica una noticia bomba. Resulta que Quim Arrufat tuvo que dejar la CUP en 2019 no por uno, sino por dos casos de abuso. Según la nomenclatura propia del partido, el primer caso, de 2014, fue de nivel 3, "violación o forzar prácticas sexuales no deseadas", y la comisión de marras todavía estaba mareando la perdiz cuando, en 2019, surgió una nueva acusación. Entonces (subrayo) sin acudir en ningún caso a la justicia (dejo de subrayar), con suma discreción y sin hacer ruido, Arrufat dejó el partido. Otro cura apartado de la parroquia, en silencio.

Al publicarse esta noticia, la reacción de Arrufat ha sido la esperable: todo es mentira, yo no he sido, etc. Y la de la CUP, ahí es adonde quería llegar yo, sorprendente. Aunque "la vía legal sigue abierta" la cuestión es que "Arrufat estaba en medio de un proceso de gestión de agresiones machistas", un proceso que, naturalmente, se gestionaba "a través de un protocolo propio" y bla, bla, bla. Es decir: no nos toquéis las narices, que la mierda la limpiamos en privado y cuanto menos se hable de esto, mejor.

¿Saben cuál es el verdadero escándalo? Que un partido se crea por encima de la justicia ordinaria. Que las leyes y los jueces no sirvan para ellos. Que ellos solitos, mejor. Que si la mujer quiere plantar denuncia, que la plante, pero no le animaremos a hacerlo, aunque "le daremos todo nuestro apoyo" si llegase a atreverse. Y no, no es ni puede ser así.

Ojo, también les digo que lo que vale para la CUP vale para tantos casos parecidos en todo el espectro político y, por qué no decirlo, en empresas e instituciones públicas o privadas. Menos cháchara guay y más denuncias, porque comportamientos así nos avergüenzan a todos.