Hace cinco semanas, cinco, y por unanimidad, el Parlament de Catalunya aprobó que no se interrumpiera el servicio de becas-comedor durante las vacaciones de verano. Fue el 18 de junio, por si preguntan. La respuesta del gobierno de la Generalitat ha sido la acostumbrada en estos casos: no ha movido un dedo. Si miles de niños catalanes que viven en los márgenes de la pobreza pueden gozar de una comida decente al día no ha sido gracias a los esfuerzos de nuestros líderes patrios, sino porque los ayuntamientos de la Barcelona metropolitana están pagando ese servicio de su propio bolsillo.

Veamos otro ejemplo, el de las pensiones que deberían cobrar los niños tutelados por la Generalitat, pero que la Generalitat se embolsa directamente. Cataluña es la única comunidad autónoma —repito, la única— que cobra el servicio de tutela a los niños que tutela, así como les digo. Cuando el joven tutelado cumple los 18 años, en vez de disponer de un pequeño capital que le permita buscar y encontrar un trabajo en condiciones, es expulsado de la tutela con una mano delante y otra detrás, abandonado a su suerte. Pueden imaginarse el resto.

Todo porque llevamos diez años sin un reglamento de la Ley de la Infancia; diez años, bajo los gobiernos de Mas, Puigdemont y Torra, que han defendido, por activa o por pasiva, esta manera de hacer. A lo largo de esta década, várias veces, y la última vez por unanimidad, el Parlament de Catalunya ha pedido que se acabe con esta práctica aberrante. La respuesta acostumbrada: ni caso.

Pero ¿hablamos de mucho dinero? Poco más de tres millones y medio de euros entre 2012 y 2019. Para que ustedes puedan comparar, quieren desviar 15 millones de euros de los fondos para la lucha contra el covid-19 para engordar el presupuesto de TV3, que ya sobrepasa los 330 millones este año, no vayan a quedarse sin «Polònia» o sin la carraca de la Rahola no sé cuántas veces al día.

Resulta más que evidente que la Generalitat se pasa por el forro la política social, como se ha pasado por el forro la sanidad pública o la educación. Si la ineptitud del Departamento de Salud nos ha regalado el regreso incontrolable del covid-19, esperen a ver el resultado de las gestiones del Departamento de Educación cuando comience el curso en septiembre.

No se conoce beneficio alguno para el conjunto de la sociedad procedente de esta política de barretina y pandereta, pero podrían enumerarse los muchos daños que supone. Si la tragedia no va a más es porque los ayuntamientos, especialmente los del área de Barcelona, hacen el trabajo que los convergentes, republicanos y cuperos prefieren no hacer, con sus propios medios y sin ayuda, con mejor o peor fortuna, con tres veces menos presupuesto por habitante que la Generalitat.

Aunque la ineptitud y la estupidez de los actuales líderes de la Generalitat es palmaria y evidente, no se descarta su maldad. No voy a darles yo ahora un discurso sobre la banalidad del mal. Sólo les pido que analicen los hechos con ecuanimidad. El mal no necesita un gran aparato para manifestarse, sino que se basta y sobra con una indiferencia manifiesta por aquél que no es de los nuestros, y ya sabemos la afición que tienen nuestros líderes patrios por hacer distinciones arbitrarias entre catalanes buenos y malos.

Todos pagamos el pato de tanta tontería y especialmente, la cultura. Y una vez más, para no perder la costumbre, Barcelona es la principal perjudicada. Porque Barcelona era la capital del libro… y cada día lo es menos. Tantos años de pujolismo, barretina y provincianismo han hecho daño. Hace 20 años, el 90% de los títulos publicados en castellano se gestaban en Barcelona. Hoy es menos de un 45%.

Quizá se entienda el porqué cuando se comprueba que el Plan Nacional del Libro y la Lectura de la Generalitat excluye las obras de autores catalanes en lengua castellana, porque sí, porque si uno no escribe en la lengua del imperio, no es de los nuestros. Si son pobres, menos. Porque aquí somos del Ku Klux Klan y todo el que sea negro no cabe en nuestros planes.

Tanto compararse con Mandela, con Ghandi, con Luther King… y resulta que ya se les ha visto desfilar con antorchas y poco les falta para llevar capirote.