El asunto de las elecciones al Parlament de Catalunya es para alquilar sillas, que dicen en catalán. Lo correcto sería decir que es para sentarse a ver, pero ya saben que aquí privatizarían el asiento, tendría que alquilarse para sentarse a ver y alguien se llevaría una comisión del 3 %, y no señalo a nadie, porque el barrio es pequeño y nos conocemos todos. Así que lo de alquilar sillas tampoco es que esté mal dicho.

Hace más o menos un año, teníamos de presidente a un tipo que añoraba los tiempos de las camisas pardas de los hermanos Badía y pedía a los suyos que apretaran, que apretaran, pues se supone que los veía estreñidos. El sujeto no tenía más predicado que su ineptitud e inoperancia, un odio íntimo a quien no comulgase con su fe nacional-católica y una afición inexplicable por la ratafía. Buscó a sabiendas su inhabilitación, una manera inocua de hacerse con un lugar en el templo de los mártires y cobrar un sueldazo de expresidente con el que disfrutar del resto de sus días. Sus secuaces se negaron a nombrar un sustituto y provocaron una convocatoria automática de elecciones, también a sabiendas. La culpa de tal convocatoria, es tradición y costumbre, es de Madrid y aquí nunca hemos roto un plato. Estas elecciones se venían anunciando desde hace un año, o más. Pero, ah, amigos míos, somos la única Comunidad Autónoma sin Ley Electoral y tenemos un Govern manejado por gallinas descabezadas.

Los juristas del Parlament de Catalunya propusieron mil y una medidas para poder celebrar las elecciones bajo las especiales circunstancias de una pandemia, y varias estrategias para aplazarlas, si no hubiera más remedio. Pero el Govern, en un alarde de aguántame el cubata, que vas a ver tú, no hizo caso. Sin acuerdo ni en la forma ni en el fondo, ni tampoco en la fecha, ojo, no aplazó, sino desconvocó las elecciones con una chapuza de decreto. Qué diferencia más tonta, me dirán, pero de tonta nada. En cualquier caso, es ya evidente que entre todo el Govern no hay uno que sepa cambiar una bombilla. O eso o iban con muy mala intención, pues si cuela, cuela, que aquí se desconvocan las elecciones para convocarlas cuando me dé la gana, sin control parlamentario alguno mientras tanto. Y eso no es de recibo, digan lo que digan.

En Portugal se potenció el voto anticipado, se recogieron las papeletas de los infectados y las personas en aislamiento en sus propios domicilios y se permitió a los ancianos que vivían en residencias votar en ellas. También se amplió el número de mesas electorales, para evitar aglomeraciones. Podríamos haber hecho eso, como podríamos haber potenciado el voto por correo, ampliar los horarios de la votación, incluso votar dos días seguidos… Ustedes mismos.

Cuando esto escribo, no sé si se lo habrán pensado mejor y darán marcha atrás, pero dos son las medidas estrella del Govern con eso de las elecciones y la pandemia. Una, que los confinados y apestados salgan de sus casas a votar a una determinada hora, para esparcir sus miasmas por el universo mundo. La otra, que uno podrá saltarse los confinamientos municipales para asistir a un mitin electoral, con un par. No puedo ir al gimnasio, no puedo ir a una librería de barrio el fin de semana, ni visitar a mi hermano porque vive en otro municipio, pero ¡venga! ¡Saca la bandera, que nos vamos de mitines a la Cerdanya!

Para acabar de redondear tanta tontería, está asomando a la superficie la basura intelectual del procesismo. Parece que no hay un solo candidato de JxCat que no haya clasificado a la mitad de sus conciudadanos de colonos, ñordos, fascistas, bestias, hijos de puta o lindezas parecidas, o que simplemente les haya negado su catalanidad y los haya expulsado de su humana condición. Me gustaría que sometieran al mismo análisis a los candidatos de ERC, la CUP y similares, aunque quizá digan lo mismo con más finesse, que dicen los franceses. Que los candidatos procesistas digan esto me preocupa, pero más me preocupa tanta gente que lo tolera o le resta importancia. Son chiquilladas, que ya sabemos que en las redes sociales tal y cual, etcétera, y mira tú qué dice Asens o las declaraciones de su jefe sobre el exilio republicano, cuánta empatía.

No son chiquilladas y ¡cuidado! Van a volver a hacerse con el Govern y entonces verás tú qué empatía. Ojalá me equivoque.