“El rigor y las aportaciones intelectuales de Heribert Barrera eran de primera magnitud”. Así se manifestó en 2012, el jefe de filas de ERC Jordi Portabella en el pleno que le otorgó la medalla de la ciudad. Iniciativa per Catalunya, Convergència i Unió y el PSC dieron apoyo a aquella iniciativa. Ocho años más tarde el pleno del consistorio le retiró la distinción.

Se le ha retirado porque Heribert Barrera era un racista y un xenófobo convencido. “En América, los negros tienen un coeficiente inferior al de los blancos”, afirmaba en un libro publicado en 2011 “¿Qué piensa Heribert Barrera?. Por si esta afirmación no bastara, Barrera expresaba su parecer apuntándose a unas tesis de infausto recuerdo en Europa “se debería esterilizar a los débiles mentales de origen genético”, para culminar “hay una distribución genética de la población catalana que estadísticamente es diferente a la población negra subsahariana”.

La distinción no se le retiró por ser independentista, por ser “maestro de patriotas” como dijo Artur Mas. Sería patriota, no lo dudo, pero el que dijo “la inmigración es la principal amenaza de Cataluña, conseguimos superar las oleadas de andaluces, pero ahora el catalán está en peligro. A mí me gustaría una Cataluña como la de la república, sin inmigrantes. Nadie me convencerá de que es mejor una Rambla con gente mestiza que una en la que sólo paseen blancos”. Quizás Barrera no recordaba que las primeras olas migratorias llegaron a Barcelona con motivo de la Exposición Universal del 98 y por el auge de la industria que ya ejercía un efecto llamada en numerosas zonas de nuestro país. Quizás un análisis de la historia le hubiera servido para saber como habían crecido algunos barrios de Barcelona, como Santa Maria de Sants, que incrementaron su población por las oleadas de andaluces y murcianos que llegaron a Cataluña en aquellos años.

ERC y JxCAT se rasgaron las vestiduras cuando el presidente de la Generalitat plasmó en un tuit donde calificó de “lamentable. El president Barrera fue un luchador incansable por la libertad. Vergüenza inmensa por todos los que han votado a favor de retirarle la medalla de oro. La capital de Cataluña empequeñece convertida en una capital provinciana y mezquina”. Torra, a tenor de sus escritos, debe ser un fan de este Ku klux Klan que equipara independentismo con supremacismo. Dos apuntes. Barrera “luchador incansable por la libertad” no dudó en aliarse con el Partido del Trabajo de ortodoxia maoísta para obtener un escaño, todo un partido de “indudable” apuesta por la libertad, liderado por Sánchez Carreté, que más tarde acabó siendo asesor de Jordi Pujol. Sus declaraciones en 2001 provocaron que tanto el propio Pujol como el líder de ERC en aquel momento, Josep Lluís Carod Rovira, se desmarcaran de sus boutades.

“Antes hay que salvar a Cataluña que a la democracia”, dijo en una entrevista en El Periódico, algo parecido pensaban los hermanos Badia líderes de las bandas de ERC en la retaguardia republicana, lo que pone de manifiesto que retirar la medalla a Barrera es un sano ejercicio de autocrítica. Racista, totalitario y supremacista “el bilingüismo implica la desaparición de Cataluña como nación”. Barcelona no empequeñece como dice Torra, no ve más allá de sus narices. Ni son mezquinos los que consideran que este señor no puede ser referente de Barcelona sólo por ser independentista. Hay vida más allá del planteamiento nacional. Aunque algunos independentistas tengan urticaria, Barrera no se merecía la medalla de Barcelona. Bien retirada está.