Un vicio de muchos personajes públicos es emplear palabras o expresiones que mejor nos iría si se quedasen en casa. Tenemos expresiones como poner en valor por valorar o apreciar; monitorizar por controlar, observar, vigilar o no perder de vista; evento por casi cualquier cosa, desde un sarao a un funeral; posicionarse por situarse, tomar partido o simplemente opinar; implementar se usa tanto para poner en marcha como para obligar; decir que algo es de país por no decir que es nacional, o del país… El etcétera es largo, demasiado largo, y siempre se supera lo anteriormente dicho para ir a peor. A todo ello, súmense eufemismos y medias verdades que van a misa, y pobre del parroquiano que no comulgue con ellas. Sobran los ejemplos.

Tengo que confesar que existe un verbo que me provoca un repelús inmediato: visualizar. Por eso, hoy mismo, antes de sentarme a escribir esta columna de opinión, me he dado a todos los demonios. Recibo propaganda de un producto bancario que, en vez de explicarme en qué consiste, qué tengo que ahorrar, cuánto me despellejarán a golpe de comisiones o qué tanto por ciento de interés me van a dar, por ejemplo, dice que a partir de ahora viviré en un mundo feliz, podré irme de viaje y qué sé yo. Como el chiste del Tampax. En la imagen publicitaria, vemos una playa paradisíaca y una pareja de jóvenes dándonos la espalda, mirando hacia el horizonte, abrazados y presumiblemente gozosos. A pie de foto, el publicista culmina el mensaje con grandes mayúsculas: "¿Lo visualizas?".

¿Si lo visualizo? La madre que los parió, de verdad.

Esta manera de comunicarse con el público se repite incluso en la política local, esa que ahora se llama de proximidad, aunque a veces nos quede muy lejos. Porque en ocasiones, en vez de hablarnos de cosas tan interesantes como la gestión del turismo, qué hacer con los botellones, el proyecto de movilidad urbana o la mejora de la recogida de basuras, cosas que competen principalmente a un ayuntamiento y que forman nuestro día a día, ¿de qué nos hablan? ¿Y cómo nos lo cuentan? Con parejitas mirando a un horizonte de luz y de colores, con engañabobos que hacen las delicias de un público sediento de tonterías.

Ojo: a veces funciona. Los procesistas prometían helado de postre cada día y ahí los tienen. Pero a veces no funcionan.

En el asunto de la recogida puerta a puerta de las basuras de Sant Andreu del Palomar, el adorno de luces de colores no ha funcionado. La comunicación institucional ha sido nefasta y la neolengua empleada por el Ayuntamiento es digna de 1984. Me da mucha grima que uno de los elementos clave de este sistema sea la identificación y posterior "educación" del infractor, que se basa en una flagrante intromisión en su vida privada. Me remito a George Orwell para que vean qué mal suenan estas palabras.

Una pegatina y una bolsa de basura sin recoger te señalan como guarro e incívico. La bolsa transparente facilita la inspección que, si no es satisfactoria, puede provocar la visita de unos educadores —que se presentarán en tu casa para explicarte en qué bolsa va la tarrina del yogur, que parece mentira que no lo sepas— y, a no tardar, alguna multa o sanción. Hoy no, pero verán mañana.

Es la costumbre afirmar que, si el plan no funciona, será por culpa de los vecinos; cualquier mejora, en cambio, será por obra y gracia del gobierno municipal. Si la calle amanece llena de porquería, la culpa será del vecindario, no de quien diseñó el plan desde un despacho, sin considerar factores que, a pie de calle, resultan evidentes. Esta vez no ha colado. Digan lo que digan en el Ayuntamiento, lo cierto es que no ha habido una comunicación adecuada ni un plan diseñado con sensatez. ¿Resultado? El concejal de turno tiene ahora un buen marrón sobre la mesa.

Eso pasa por tomar al público por idiota. Que a veces lo es, ojo. A menudo. "Idiota" viene de "ἰδιώτης", en griego, término empleado para designar a los ciudadanos que no se ocupan de los asuntos públicos. ¿Quién no ha sido idiota alguna vez? Pero la idiotez se cura cuando no recogen la mierda en la puerta de tu casa y encima te llaman guarro.