Hay quien dice que la Edad Media tendría que conocerse como la Edad de las Catedrales, porque no había ciudad que se preciara de serlo que no quisiera una, y ahí tenías a los masones y a los curas, codo con codo, levantando prodigiosos edificios. Las catedrales eran reclamo para el turismo e hijas de la vanidad, pues respondían a la necesidad de los burgueses de ver qué burgo la tenía más grande.

Hace unos años, un famoso ensayista dijo que tal y como hablamos de la Edad de las Catedrales, tendríamos que hablar de la Edad del Automóvil. Contemplen, si no, la fotografía aérea de una ciudad como Barcelona y contemplen la infraestructura viaria que la rodea y atraviesa. Aquí, allá, en todas partes, hemos construido nuestras ciudades, nuestra economía, incluso nuestra vida, alrededor de una máquina que consume ingentes cantidades de energía, ocupa mucho espacio, contamina lo que ustedes quieran… y es el bien de consumo más deseado. Pagamos el vicio tragando el humo que hecha y apoquinando el combustible, el seguro y las letras con intereses, comiéndonos los atascos, y tan felices de servir a tan cruel señor.

Hoy no y quizá mañana tampoco, pero sí a largo plazo, el automóvil como lo conocemos tiene que desaparecer. La saturación del espacio urbano y la amenaza del cambio climático nos empujan a ello. Esto será así, se pongan como se pongan. Por lo tanto, mejor será pensar en la ciudad del mañana, y hacerlo ya, con buen criterio e inteligencia.

Esta epidemia que nos amarga la vida nos obliga a cambiar muchos hábitos. Uno de ellos es el cómo nos movemos. El volumen de tránsito rodado ha disminuido de manera más que apreciable, a causa del aislamiento. El Ayuntamiento de Barcelona ha decidido aprovechar la oportunidad y «robar» espacio al automóvil, ahora que no nos miran. Algunas calles se verán de repente «pacificadas» y se ensancharán las aceras, se ampliarán los carriles para bicicletas y las zonas peatonales… Aquí y allá se adivinan chapuzas, pues no quisiera ser ciclista o conductor de autobús y compartir un mismo carril, qué peligro. Pero también les digo que algunos de estos cambios vendrán para quedarse.

Sin embargo, ¿a quién benefician estas medidas? A quienes viven en Barcelona; a quienes disfrutan de una renta más alta, de media. A quienes no pueden pagarse ni un piso ni un alquiler en la ciudad y tienen que vivir en el extrarradio o más allá, esto les va a suponer un problema más, y no será un problema menor. ¿Cómo vendrán a Barcelona? Porque, ojo, ¿cómo haremos para mejorar el transporte público urbano e interurbano, ahora que tiene que limitarse el número de pasajeros por vehículo? No veo yo planes ni acuerdos entre las administraciones públicas, y les aseguro que, si no incrementamos pronto y mucho la oferta de transporte colectivo, no sé cómo lo vamos a hacer.

A largo plazo, el transporte colectivo tiene que imponerse sobre cualquier otro modo de desplazamiento urbano e interurbano. Para eso hacen falta dos cosas: una visión metropolitana, que no municipal, de la cuestión y un serio compromiso de todas las administraciones públicas en crear una red de transporte tupida y eficiente, que haga innecesario tener que recurrir al vehículo privado. Todo esto sin dejar de promover cambios de mucha más enjundia, como fomentar el teletrabajo o la flexibilidad horaria, aproximar las residencias al lugar de trabajo, garantizar otros servicios esenciales en el vecindario, etcétera. Todo esto y alguna que otra cosa más está, por ahora, sobre la mesa, mientras nos atropellan los problemas urgentes, de hoy para mañana. En el Ayuntamiento, en la Generalitat, en el Gobierno de España, pero también en las asociaciones de vecinos, en los sindicatos, en las agrupaciones de empresarios… tendrían que estar dándole vueltas a tan grandes desafíos.

Pero en vez de preocuparnos de todo esto

Sólo por poner un ejemplo de cómo está el patio. Busquen el vídeo del señor Canadell haciendo running con la careta que anuncia en la teletienda… perdón, en TV3. Está en las redes sociales. Este personaje tan esperpéntico ¡es el representante del tejido empresarial y comercial de Barcelona!

Bueno, pues gente como él ocupa ahora mismo los más altos cargos del poder político y económico en Barcelona y, por lo tanto, en Cataluña. No todos son como él, por supuesto, pero precisamente ahora, cuando lo que necesitamos es colaboración, buen criterio e inteligencia… En fin… Luego no vengan a quejarse, que ustedes los votaron.