He tenido la oportunidad de conocer en Madrid a uno de los responsables de la misión de la ONU en Haití. Estábamos en una casa y, antes de la cena, conversábamos distendidamente los invitados en la cocina cuando el rostro de Greg cambió radicalmente. Pensábamos que algo le había sentado mal. No. Era el grifo. Estaba abierto. 

Abrir el grifo es un acto cotidiano y automatizado que jamás ponemos en entredicho. Han pasado los tiempos en los que la abuela daba una voz y lo cerrábamos a la carrera. Ellas sabían, como Greg, de su valor. Nosotros, no, porque jamás lo cuestionamos, porque no hemos conocido su carencia. El creciente cambio climático es muy posible que nos aboque, pues, a un escenario desconocido. Cuanto antes seamos conscientes y cerremos el grifo, mejor.

Las restricciones en el suministro pueden no estar tan lejos. Barcelona no es la ciudad en peor situación de España, pero el nivel de los embalses que la abastecen es preocupante. La Susqueda está al 49%; Sau, al 38%, y La Baells, al 49%. Una media del 45% de su caudal, aproximadamente, frente al 70% en el que deberían estar. 

El gasto de los ciudadanos en la ciudad se ha reducido sensiblemente de los 103 litros por persona y día, margen que no se puede corregir mucho más, según los especialistas. Hay que intentarlo, sin necesidad de llegar a medidas extremas, como Alemania después de la guerra, cuando ponían un ladrillo en la cisterna para disminuir en un litro, aproximadamente, cada descarga. 

En Barcelona, además, el agua tiene una carga impositiva mayor que en otras ciudades como Madrid, por ejemplo. El futuro, pues, exige soluciones de otro tipo, no sólo ahorro, sino imaginación en la búsqueda y la optimización. Hasta ahora, en cambio, la cuestión del agua se ha politizado en exceso. El Ayuntamiento de Barcelona ha propuesto crear una distribuidora pública, pero los cambios de modelo en la gestión no son lo más importante. En Madrid, el Canal de Isabel II acabó por servir de caladero a la corrupción en la comunidad.

España necesita, para empezar, un plan hidrológico nacional que optimice los recursos con criterios técnicos y demográficos. El único que se planteó, bueno o malo, acabó encallado en los reinos de taifas de la política española. Me temo que si hubiera una nueva propuesta, no sería diferente. Mientras, miren ustedes al cielo y cierren el grifo.