La epidemia Máster empezó en Madrid, pero ya se extiende a Barcelona, dos centros de poder con sus propias ciénagas. La cepa principal del virus estaba en la Universidad Rey Juan Carlos, un centro público en el que numerosos estudiantes realizan diariamente grandes esfuerzos para labrar su futuro y en los que nadie ha pensado en esta crisis que nos devuelve a la España del "no sabe usted con quién está hablando". "¡Si lo sabe, venga ese título!". De todas las crisis que puede sufrir la clase política, ésta es la peor, porque afecta a su credibilidad, a su reputación. Sin ella, un político está desnudo.

Una presidenta autonómica (Cristina Cifuentes) fue la primera pieza, pero la epidemia amenaza al jefe de la oposición en el Congreso (Pablo Casado) y ha manchado al propio presidente del Gobierno (Pedro Sánchez). El virus Máster muta en licenciaturas o grados, en tesis doctorales o en cualquier otra titulación conseguida mediante trato de favor. La primera que apuntó hacia su brote en Barcelona fue la propia alcaldesa, Ada Colau, al decir que alguien le ofreció acabar los estudios de Filosofía con facilidades en la Universitat de Barcelona (UB). Casi de inmediato, la edil pidió disculpas a la principal universidad de la ciudad, pero la duda estaba ya sembrada. Ahora ha contagiado a Carina Mejías, la jefa de Ciudadanos en el consistorio, que infló su currículum con titulaciones que no se correspondían con la realidad: de un cursillito hizo un Máster.

Esto no ha acabado, simplemente acaba de empezar. La política ha encontrado un arma arrojadiza espléndida al levantar la taza del inodoro sin reparar, posiblemente, en el descrédito que supone. Ahora a quien hay que salvar es a la propia universidad en su conjunto, la institución donde reside el futuro de cualquier sociedad. Politizarla en exceso ha sido uno de los grandes errores de los últimos tiempos. Los alumnos no son culpables de los desmanes de personajes como Álvarez Conde, catedrático de la Rey Juan Carlos, que ha hundido el prestigio del centro universitario con mayor número de matriculados de la Comunidad de Madrid, después de la Complutense.

El diseño de estas titulaciones, que han proliferado en los últimos años, al convertirse en una nueva unidad de negocio de las univesidades, y en el trayecto obligatorio para doctorarse, según el nuevo plan Bolonia, debe ser sometido, asimismo, a mayores controles por parte de las administraciones competentes. Si no ponemos orden en la universidad, tendremos una sociedad peor. La política es difícil empeorarla. Está en su techo de indencencia.