El arte de pagar fantas es muy triste. La palabra «pagafantas», que sirve tanto de sustantivo como de adjetivo, viene del verbo pagar y de la marca Fanta, un invento alemán pensado para sustituir a la Coca-Cola durante la Segunda Guerra Mundial. Es una expresión coloquial que, por extensión, se aplica a la persona que actúa para agradar a otra sin atender a su propio beneficio, aunque, en el fondo de su corazoncito, espera una recompensa… que probablemente nunca llegará. Si bien el Diccionario de la RAE no reconoce el término «pagafantas», sí que reconoce un sinónimo de uso corriente, «pringado». El pagafantas es un pringado, un tipo que se deja engañar fácilmente, incluso por sí mismo.

Los pagafantas abundan en la adolescencia y en la política. Lamento tener que informar que, con demasiada frecuencia, la izquierda catalana y no pocas veces la española ejerce de pagafantas del procesismo catalán, un movimiento que tiene más de extrema derecha y de tema de doctorado de psicología social que otra cosa. Si el nacional-populismo catalán está como está es, en gran parte, por el atracón de Fantas que se ha dado, pues bien sabido es que la Fanta lleva mucho azúcar y engorda.

Y esto es algo que no me explico. Porque los hechos son los que son, y son apabullantes. Decir que el proceso tiene algo, siquiera un poquito, de izquierdas es como sostener que la Tierra es plana.

Uno de cada tres niños catalanes está en situación de pobreza, que se dice pronto. Treinta ayuntamientos del área metropolitana de Barcelona han pedido, por favor, que el gobierno de la Generalitat reconsidere la decisión de dejar de pagar las becas comedor a los niños que iban a beneficiarse de ellas durante el mes de agosto. Les recuerdo que el Parlament de Catalunya aprobó, por unanimidad, seguir pagando esas becas, pero el gobierno de la Generalitat es muy chulo y no está para parlamentos ni para pagar becas comedor a los niños pobres. Que se jodan. ¿Para qué gastar cinco millones en esas ayudas a los pobres si pueden gastarse quince en TV3, púlpito desde el cual pontifican los sacrosantos líderes de la Causa?

Algunos diputados han puesto el grito en el cielo. Por ejemplo, Beatriz Silva, del PSC, y no es la única. Pero ¿quién les hace caso? Con total impunidad, porque de pagafantas está el mundo lleno, el gobierno catalán sigue destrozando cualquier cosa que recuerde, ni que sea de lejos, al Estado del Bienestar.

Fíjense que el señor El Homrami, consejero de las cosas sociales, anuncia que presentará un recurso al Tribunal Constitucional para dejar sin efecto el Ingreso Mínimo Vital. No puedo dejar por escrito las palabras que me pide el cuerpo para calificar esta villanía, pero recuerdo que esta ayuda fue aprobada por las Cortes sin ningún voto en contra y con el apoyo entusiasta (sí, entusiasta) del partido del señor El Homrami. Por lo tanto, semejante proceder sólo puede explicarlo la estupidez, definida como hacer algo malvado sin que nadie salga beneficiado por ello, ni uno mismo. La extrema banalidad del mal, el mal idiota, el mal porque sí, el mal.

El señor Homrami pone como bandera de su inefable causa el típico «nosotros lo haríamos mejor», con ese «nosotros» tan supremacista. Pongamos algunos ejemplos de lo que entiende por «hacerlo mejor»: la Renta Garantizada, que todavía no se ha implementado completamente y apenas llega a nadie; las pagas extras todavía atrasadas de los funcionarios catalanes; la horrorosa gestión de las residencias de ancianos durante la epidemia; el premio salarial al personal sanitario, quién te ha visto y quién te ve; la nefasta gestión, si es que gestión puede llamarse, de los brotes de covid-19 en Lleida y en el área metropolitana de Barcelona, que nos están hundiendo en la miseria… En fin, no sigo, porque la lista es interminable, y me limito a lo visto los últimos tres meses.

Por eso, me siento desfallecer ante el espectáculo de tantos pagafantas entre lo que se supone que es la izquierda más de izquierdas. Se me oscurece la mirada cuando la señora Colau ejerce de pagafantas mayor de la ciudad tratando con bondadosa condescendencia a los responsables de esta política tan dañina, cosa que hace a menudo, interpretando que el procesismo es guay. Lo mismo me ocurre cuando el señor Iglesias, asesorado por el pagafantas mayor del reino, el señor Asens, ríe lo mismo las gracias a esa tropa, que no son otra cosa que un peligro público. En general, la izquierda, más tarde o más temprano, acaba pagando fantas a esta mala gente, lo que es, a todas luces, un comportamiento suicida.

¿La derecha? La derecha no. La derecha se las bebe. Porque esas fantas engordan siempre a los mismos, de aquí o de allá. Paga una fanta la izquierda, engorda la derecha. Fijo.

Abrid los ojos, amigos de la izquierda, y no sigáis haciendo el tonto.