En 1993 se abrió en Barcelona el Museo del Alcantarillado. Diez años más tarde, discretamente, cerró. Estaba en el paseo de Sant Joan, tocando a la Diagonal, y ofrecía una excursión por el subsuelo de la ciudad. Me hubiera gustado ir, pero no fui, y todavía no sé por qué. Cuentan que cerró por una cuestión de seguridad y mi imaginación ya corre tras el mítico caimán que acecha en las alcantarillas, dispuesto a merendarse a un pocero despistado. Pero en verdad creo que el cierre tuvo que ver con las inundaciones provocadas por un colector de aguas cercano. Sea como sea, valga como recuerdo: Barcelona está llena de agujeros.

A la que te pones a excavar sale de todo: túneles de ferrocarril metropolitano o de cercanías, túneles de servicio, alcantarillas, cloacas, refugios antiaéreos, sótanos, criptas, bodegas, pasos subterráneos, galerías, cisternas, colectores, tuberías de toda clase, tamaño y condición... Hasta yacimientos arqueológicos, si nos ponemos, y algún muerto inconveniente.

Viene esto al caso porque, hace pocos días, unos personajes discutían sobre el Plan Director Urbanístico Metropolitano que viene. Uno de ellos (el señor Pere Macías, que ahora trabaja para ADIF) dijo que sería el momento de comenzar a pensar en un tercer túnel para los ferrocarriles de Cercanías que atraviese la ciudad. "Es una infraestructura que debería comenzarse a construir en la década de 2030, pero que tendría que comenzarse a planificar ahora mismo", dijo. Por supuesto, esa infraestructura tan necesaria no está incluida ni mencionada en dicho plan director. Premio. Puestos a pedir, los responsables de Ferrocarrils de la Generalitat se sumaron a la carta a los Reyes Magos con otro túnel que atraviese Collserola camino de las comarcas del Vallés, del que tampoco hay noticia en dicho plan. Otro premio. No sé entonces de qué hablará el plan, ya que nos ponemos.

Porque, ah, queridos amigos, la realidad metropolitana de Barcelona es tozuda como una mula y exige ser tratada como tal, como una metrópoli. Pero lamento señalar que aquello que nos muestra una fotografía aérea o un poco de geografía económica nos lo niega la administración pública.

Ya sabemos que la Generalitat de Catalunya nunca ha visto con buenos ojos una Barcelona metropolitana, por razones que poco tienen que ver con la buena gestión del territorio, la economía o los servicios al ciudadano. A modo de ejemplo, la Ley Electoral que no tenemos minusvalora el voto barcelonés. Pero me sorprende que el Ayuntamiento de Barcelona no la reclame con más fuerza, que no intente sumar a la causa a los ayuntamientos metropolitanos, que no busquen entre todos la manera de crear una Gran Barcelona, una verdadera metrópoli, con órganos de gestión propios y bien dotados de competencias y presupuestos.

Esa Gran Barcelona metropolitana es básica para afrontar nuestro futuro, porque sólo ella puede dar una respuesta coherente y eficiente de las infraestructuras de transporte o de servicios como el agua, el gas o la electricidad, pero también es imprescindible para gestionar la salud, la educación o los servicios sociales de la población, además de la cultura y el ocio. La economía industrial o de servicios requiere, igualmente, de esa visión metropolitana de Barcelona, que huye de la miopía ahora imperante. La lucha contra la contaminación atmosférica o la gestión limpia y eficiente de recursos como el agua o la energía precisa igualmente esta gestión unificada de la realidad barcelonesa o resulta inoperante. Etcétera, no creo que tenga que convencerles de todo ello, porque es evidente.

De hacerse realidad esa Gran Barcelona, todos saldrían ganando. Si buscan un proyecto que vuelva a poner a Barcelona en el mapa y haga de ella lo que podría ser, déjense de Juegos Olímpicos de invierno o zarandajas por el estilo y luchen, luchen desde hoy mismo, por que la realidad metropolitana de Barcelona sea también reconocida institucionalmente, que no lo está. ¿Un único municipio? Sería una opción, pero hay más y sírvanse ustedes mismos.