Ada Colau va a la desesperada. El cambio de guión de Pedro Sánchez convocando elecciones deja a  la alcadesa con el paso cambiado y se aferra, como a clavo ardiendo, al postureo. No hablaremos de vivienda, ni de desahucios, tampoco de terrazas, mucho menos de movilidad, ni de modelo de la Barcelona del futuro, ni de inseguridad, ni de perros y ni tan siquiera del amianto en el metro. Colau tira de corazoncito para intentar amarrar una alcaldía que lleva cuatro años haciendo aguas.

Si la pasada semana nos sorprendieron sus hermanas hablando bien de la alcaldesa -otra cosa hubiera sido la pera- ahora la señora Colau ha decidido retirar del callejero al Príncipe de Asturias. Así, levanta la bandera republicana para intentar suturar las heridas que le hacen perder miles de votos por la decepción de los que la auparon. Recuerda la retirada del Príncipe del Callejero aquella “perfomance” que retiró el busto del monarca del salón de plenos. El éxito de aquella medida duró menos que su retirada.

Para que el personal no olvide la hazaña de Colau y los suyos, el ayuntamiento está preparando una fiesta con la que pretende equiparar en el imaginario colectivo la caída del callejero con la caída de la Monarquía, o con el advenimiento de la República Catalana. Eso dependerá del ánimo con el que se despierte la máxima edil para intentar retener votos por todos los frentes.

Seguro que a la fiesta se sumarán muchos ciudadanos antimonárquicos y republicanos. Lo que no está claro es que la voten por un cambio de nomenclátor, porque este cambio es como poner una tirita para poner coto a una hemorragia. Barcelona, tras cuatro años de su gobierno, tiene una multi hemorragia de difícil solución. Hemos pasado de ser una ciudad cosmopolita a una capital provinciana. Agitar las banderitas no suelen ser la solución.