El conseller de Interior se ha desplazado a París para ofrecer a las autoridades galas la colaboración de la Generalitat y el ofrecimiento de Mossos d'Esquadra para incorporarse en el dispositivo de seguridad de los Juegos Olímpicos que este año se celebrarán en la capital francesa. No entraré en disquisiciones legales que obligarían a que cualquier propuesta de esta naturaleza deba articularse directamente desde el Estado, y no desde el atajo autonómico, pero sí entraré en otras consideraciones.

Ante de nada quiero constatar mi respeto a los Mossos y el reconocimiento a su profesionalidad y lamentar que este cuerpo policial sea en demasiadas ocasiones objeto de utilización con pretensiones políticas a las que ellos son, y deben ser, ajenos. Tras lo anterior, no deja de sorprender tanta predisposición del conseller ante tantas carencias de agentes en Catalunya para garantizar la seguridad ciudadana y una eficaz lucha contra el desbordado incremento de la delincuencia.

Ofrecemos policía a París mientras faltan mossos en nuestras calles. Antaño se decía que los niños venían de París y ahora resultará que son los mossos los que podrían ir allí. Quizá en vez de ir a Francia, el conseller se debería desplazar a Suiza a ofrecer relojeros, pero no a los maestros, sino a los delincuentes llamados así que, pistola en mano, atracan y campan en nuestra ciudad. También le invitaría a viajar a Rabat o a Argel para concienciar de la necesidad de que es preciso firmar mejores y más amplios Convenios con España de extradición o expulsión de aquellos, una minoría, que han venido a nuestro país no a encontrar una oportunidad, sino a hacer del delito multirreincidente su hábito de vida.

En Catalunya no sobran mossos. En Barcelona su plantilla precisaría de, al menos, 1.000 agentes más y la actual escasez de efectivos desprotege a nuestros vecinos y ofrece seguridad a quienes delinquen. La delincuencia cada vez es mayor y más grave en sus perfiles y debemos respaldar a la policía en su lucha contra esta lacra, dotándola de nuevos efectivos, más recursos y un respaldo mejor a sus unidades de seguridad ciudadana y a las especializadas. Y hacerlo en plena y leal colaboración con la Guardia Urbana que presta una encomiable y no siempre reconocida labor en materia de policía de seguridad y convivencia.

Se decía que los niños venían de París porque los recién casados allí acudían en su luna de miel y la novia volvía embarazada. Desconozco el estado de ánimo de nuestro conseller, pero confío haya retornado de la capital francesa con un estado de buena esperanza y de una sincera voluntad de colaboración con el Estado y entre todos, Mossos, Policía Nacional y municipal, y Guardia Civil, para garantizar la seguridad y que pronto alumbre propuestas de la Generalitat de destinar más agentes y medios contra la delincuencia. O igual anuncia otro viaje a París, esta vez a Disney.