Hace ya nueve meses que se celebraron las elecciones municipales, pero en Barcelona aún no ha nacido la criatura de un gobierno municipal más amplio que permita al alcalde disponer de una mayoría suficiente de estabilidad y garantía de poder aprobar aquellos proyectos esenciales de ciudad.

El pasado 30 de enero estaba convocada la conferencia sobre el Estado de la Ciudad que pronuncia anualmente el titular de la alcaldía, “El alcalde responde”, con independencia de quien la ejerza, en la que nuestro primer edil debía hacer un primer balance de su gestión, los anuncios de las próximas medidas de gobierno, y las directrices estratégicas de ciudad a perfilar. Sin embargo, a escasas horas de su tradicional celebración en el Colegio de Periodistas, el alcalde la suspendió.

Desde las elecciones municipales en el mes de mayo último, el Ayuntamiento no ha sido capaz de aprobar ni los Presupuestos Municipales ni las Ordenanzas Fiscales para el 2024, tampoco ha iniciado la tramitación del Plan de Actuación Municipal, PAM, ni el Plan de Inversiones, PIM, de este mandato consistorial 2023-27. Tampoco ha sido capaz de aprobar los cambios en la Ordenanza de Circulación para regular el patinete o formular propuestas sólidas en contenidos de la que ha de ser la nueva Ordenanza de Civismo, ni se ha actualizado el fallido Plan de Seguridad, por no referir tanta desidia e irresponsabilidad administrativa antes y ante la situación de emergencia por la sequía. Ya sucedió en el año 2008. La red de suministro de Barcelona y su área metropolitana u otras siguen sin estar interconectadas con el río Ebro, lo que agrava las consecuencias de la sequía para los vecinos y sectores económicos fundamentales.

Barcelona tiene un gobierno municipal de 10, pero no por ser esta su calificación académica, sino por ser el número de concejales sobre un total de 41 que componen el pleno municipal. Una minoría absoluta que requiere de apoyo y también de ejercicio de la responsabilidad desde la oposición.

Creo que un alcalde debe estar más pendiente de que Barcelona no pierda oportunidades que no estar ocupado en que su gobierno pueda perder votaciones en el pleno municipal. Es preferible constatar que el alcalde que presenta proyectos de ciudad es derrotado por la oposición, que no que la capital catalana pierda oportunidades de presente y futuro ante un gobierno timorato. Perder votaciones en propuestas rigurosas es mejor que no promoverlas por carecer de mayoría.

Si para que Barcelona gane su futuro el alcalde pierde una votación es obvio que quedará en evidencia su fragilidad, pero también que ha cumplido con su obligación a diferencia de una oposición que no ha estado a la altura de su responsabilidad. Otra cosa es que los proyectos carezcan de rigor o de respuesta eficaz a los problemas de los barceloneses y que la oposición deba rechazarlos.

Mientras todo ello sucede, prosiguen las especulaciones sobre un pacto de gobierno que amplíe su configuración. Los días pares se especula con ERC y los impares con Xavier Trias cuyos concejales de Junts están separados entre quienes anteponen Barcelona a sus siglas y los que priorizan el “procés” a nuestra ciudad.

Hay un día singular, el 29 de febrero, y esa es la fecha prevista para celebrar la conferencia aplazada del alcalde. Confío en que no sea el día en el que podría plantearse que se incorporara a la gobernanza de la ciudad a los de Ada Colau. Sería de desear un 29 de febrero que, como las elecciones municipales solo se producen una vez cada cuatro años, en el que se descarte definitivamente la incorporación de los comunes al ejecutivo local. Lo que se necesita en Barcelona no es más Colau, sino derogar su legado.

Hay que centrar el debate y las propuestas en el estado de la ciudad, sus retos y respuestas, y no en el estado de gestación de nuevos gobiernos municipales. La ecografía, las encuestas electorales, vaticinaban gemelos y las urnas engendraron parejos resultados de las opciones para el acceso a la alcaldía. Tras la constitución del gobierno, ahora se trata de que lo sea mayor y mejor y la oposición intensa sin la renuncia obligada a la crítica y a la alternativa. Unos y otros, todos, están obligados a ejercer su función con responsabilidad por Barcelona y eso requiere grandes y renovados acuerdos de ciudad.