Cuando de adolescente habitaba la periferia y casi no conocía Barcelona, mis primeras excursiones, aventuras, travesías (la sensación era de viaje a otra dimensión) a la ciudad tenían como excusa, casi siempre, el cine o el teatro. 

El teatro te arregla las semanas, te deja recuerdos imborrables en la memoria y si tiene uno días anodinos de rutinas o está peleado con la vida en la ciudad, esos minutos delante de desconocidos contándote una mentira que te crees te dan una momentánea salvación, incluso cuando te cuentan historias de almas con sombras, con más amargura y pena que la que aparcas al sentarte en tu butaca. 

Mis primeras escapadas al teatro tenían más que ver con el precio de la entrada que con la calidad de la obra y así descubrí lugares mágicos como el Cincómonos, donde recuerdo una genial escenificación de cuentos de Cortázar, o los monólogos y la improvisación del Café Teatre Llantiol o del Teatreneu, en Gràcia, cuyo bar es también un socorrido punto de encuentro de colegas. 

La delirante interpretación de Juan Echanove en la rompedora y multicolor adaptación de Calixto Beito de Plataforma, novela de Michel Houllebeq, fue junto a la de Héctor Alterio de otra adaptación, 'El túnel' de Ernesto Sábato, ambas en el Teatre Romea, las que dejaron una huella más honda en mi recuerdo, y no creo que fuera por mi juventud, sino porque realmente fueron magníficas. 

Más tarde, las mini-obras agudas y divertidas del microteatro, la festiva y musicalmente excepcional Festa de balls per salvar el món del Teatre Antic (un lugar también muy especial) o el descubrimiento de los siempre experimentales, críticos y cítricos, divertidos y mordaces Sr Serrano no ha parado de hacerme descubrir nuevas formas de expresión sobre escena. 

El cine, hasta nueva invención tecnológica, tiene la limitación del espacio y el tiempo: es algo grabado que se reproduce todas las veces igual y no se puede ver a sus intérpretes desde diferentes ópticas ni pueden mirarte a los ojos, por muchos efectos especiales que utilice e incluso aunque lo intente romper con trucos de tres dimensiones. 

El teatro, en cambio, juega con el espacio y el espectador, y además los dramaturgos suelen tener un compromiso más innegociable con la idea de arte como expresión y reflexión profunda, más allá del entretenimiento, aunque se esfuerzan en mantener la tensión y contar una historia. 

Para caso paradigmático, el de Josep Maria Miró, mi último gran descubrimiento. Lo conocí en Río por un amigo en común y hace unos meses me puse a leer algunas obras suyas. De la mano de sus obras descubrí la sala Beckett, en la que no había estado, y unas obras totalmente comprometidas con los tiempos que corren. 

El suspense, la presencia de aquello que no está o no se ve en el escenario o no se sabe lo que es, tramas en que la sospecha y el miedo tienen más fuerza que el peso de la amenaza, tramas en que un acoso o una agresión nunca son exactamente lo que parecen ni parecen lo que son. 

Y ha sido también una obra de Miró, Temps Salvatge, la que me ha abierto por primera vez las puertas del Teatre Nacional de Catalunya. Avanzándose a los tiempos, esta especie de thriller con mucho de Hitchcock y un poco de Dogvile, con una actuación explosiva de Laia Manzanares, cuenta cómo la llegada de una joven rebelde y de unas pintadas amenazantes cambian la vida de un aparentemente tranquilo y pequeño pueblo. Pero lo cambian porque es el espejo y la batidora que remueve y refleja la basura de sus propias almas. 

Todo esto delante de una escenografía simple pero impactante, varios chalés uno al lado del otro que intercalan los diálogos de los vecinos, esa piscina símbolo de única vía de hedonismo en una urbanización sin mucha opción, furgonetas y coches que vienen y van por el escenario, y poco más, pero suficiente. 

En verdad lo único que venía a deciros con esta columna, que pretendía servir más como invitación a la vida que como crónica de aventuras (qué forma más floja de justificar un texto sin mucha gracia), es que vayáis al teatro si vivís en Barcelona, sobre todo ahora que viene el Grec, donde por cierto Agrupación Sr Serrano estrena su nueva obra 'Kingdom'. Marcará vuestras vidas y es difícil que tengáis un plan mejor. Que hayáis llegado al final de esta columna lo refuerza.