La primavera llega antes que a otros lugares al pont de Vallcarca. Los estudiantes de algún instituto cercano se sientan con ropa de verano por el suelo alrededor de la parada de metro y frente a las paradas de libros el día de Sant Jordi como si llevaran meses mirando por la ventana y sacando la mano para ver la temperatura, diciendo: "aún no". Cuando ya están todos desparramados por allí, se confirma: es primavera. Y como esta primavera está siendo tan intermitente y nunca sabemos cuándo ha llegado del todo, tal y como un día aparecen al otro desaparecen, vuelven a aparecer y un quinceañero en manga corta arremangada (para mostrar los primeros indicios de bíceps) le rapea a una chica como trovador del siglo XXI. Creo que a estas alturas preferiría que me regalasen un rap improvisado que un libro de poemas por Sant Jordi. 

Hace poco que conozco ese lugar, el pont de Vallcarca, y me resulta curioso. Parece algo así como un cráter o un cañón en medio de la ciudad, y un perímetro de acantilados, verdes matorrales y edificios altivos en lo alto de las montañas, atravesados por ese imponente puente sostenido por enormes columnas, todo ello vigilado desde más arriba por el inmortal y anacrónico parque de atracciones del Tibidabo...digo que todo ese entorno con tantísima información lo que abraza es una irrelevante pista de baloncesto. Potencialmente, por su estratégica ubicación, esa cancha podría tener centenares o miles de espectadores, entre todas las ventanas de vecinos que pueden avistarla, en lo más profundo del canyon (palabra que por algún motivo remite al inglés) y toda la gente que cabría sentada en las laderas de Vallcarca. 

Pero no, claro que no hay ni una ni dos ni tres ni cuatro personas viendo a quienes juegan allí al baloncesto. Pero los que lo hacen son otro termómetro de primavera, puesto que los días en que esta se asoma por Barcelona siempre hay alguien echando unos tiros (a cualquier hora, como si esa cancha requiriera siempre una guardia) y a la que refresca un poco se vuelven a esconder. Y desde tan arriba, sobre el puente, resulta muy curioso ver ese puntito naranja tan pequeñito dirigirse a la canasta, pues el punto de vista es más lejano que el último asiento del Palau Sant Jordi

Pista de basket de Vallcarca

Pista de basket de Vallcarca


Las canchas de baloncesto darían sin duda para otra interesante columna, pero voy a esperar a documentarme mejor y voy a seguir tirando del hilo de la primavera. Si los estudiantes de institutos y universidades o los jugadores de baloncesto son el mejor barómetro vital de la primavera (cuando llega se asoman, cuando ésta se esconde ellos se resguardan) el termómetro negativo es el turismo masivo. Después de un mes viviendo en el Gòtic, y sobre todo una vez aprendidas las rutas alternativas para evitar las riadas durante los fines de semana, empiezo a recordar que es imposible andar por las calles cuando llega el buen tiempo. Me pregunto si hay alguna promoción que te devuelve el dinero de los vuelos cuando bajan un poco las temperaturas, porque los guiris se ponen muy de acuerdo. 

Pero el aviso definitivo de la primavera no está en las calles sino dentro de ti, y no me gustaría ponerme muy espiritual, pero es tu estado de ánimo. Y si no rebusca un poco entre tus recuerdos. Por mucho que seas de los que dicen que prefiere el invierno, la felicidad, el éxito, la memoria de tus años pasados depende de tus conquistas y decepciones durante el invierno y el otoño, aunque esto no tiene ninguna base científica. Las primaveras y veranos se derraman por tu mente como una sucesión de placeres, viajes, cerveza y terrazas que sí, pueden estar salpicadas por algún varapalo pero en general muy emo o gótico tienes que ser para que no se te dibuje una sonrisita al recordar las estaciones calientes de tus últimos años. 

Y sí, empiezan los eventitosme cuesta creer como una ciudad con tan buen clima como Barcelona durante el año puede dar un cambio tan brusco al llegar la primavera. La inauguré oficialmente hace un par de semanas con un concierto que me volvió loco, Balkumbia, un grupo que mezcla música balcánica y cumbia (no había que ser filólogo para adivinarlo), que dio un recital fabuloso en un lugar muy curioso, RAI, Recursos d'Animació Intercultural. Tocaron en una sala que era en verdad una habitación muy grande, con sus estanterías llenas de libros y todo, como si alguien hubiera recogido la cama, que esta noche tengo un concierto. En otra sala, había un escenario preparado para artes escénicas y descubrí que en este lugar hacen un montón de cursos de creación de todo tipo con una visión bastante autogestionada y alternativa de la cultura. Los seguiré de cerca. Y siguiendo la pista a los Balkumbia me entero de que hay también un festival de música balcánica el próximo día 20 de mayo en el Parc del Poblenou, al aire libre. Esto es un no parar. 

El festival de cine de autor, d'A, también se ha asomado esta semana por la ciudad, en una nave industrial de Poblenou te montan un evento con música, cerveza, recital de poemas y unas propuestas editoriales de lo más atractivas, y no hay día que pase que no haya una charla interesante o una proyección documental en algún lugar de la ciudad, así como todas esas fiestas gastronómicas que cada vez se ponen más de moda. Este finde un grande del indie español como Bigott, que podría llenar seguramente una sala bastante más grande, prefiere tocar tres días seguidos en Begood, una de las salas de rock más incorruptibles de la ciudad, y seguramente por ello la ha elegido. A la semana siguiente, llegan Los Espíritus con un rock psicodélico muy loco desde Argentina y se van acercando esos dinosaurios que tanto bien y tanto mal le hacen a Barcelona como Primavera Sound y Sónar, dos festivales imprescindibles para tomarle el pulso a la escena musical alternativa que, a pesar de masificados, mantienen la esencia y el buen gusto sin dejar de arriesgarse con géneros y propuestas, pero que sobre todo dinamizan la ciudad con sus agendas paralelas al propio evento, desparramando conciertillos durante la semana por la ciudad. Y luego, en pleno verano, llegará el Grec con su teatro refrescante (aunque odio utilizar este adjetivo tan manido en lo cultural sobre todo para el verano)... ¿Cómo no amar locamente esta ciudad, aunque sea solo durante los meses en que uno no pasa frío por su pobreza energética?