Nuestra ciudad es única y especial. Por eso, por más que la maltraten y nos la afeen, todos los barceloneses y barcelonesas la amamos. Así, amor del bueno. Y una de las cosas que nos produce ese amor es que en la ciudad condal puede pasar de todo. Lo que no quiere decir que en la variedad sea todo siempre bueno, por estrafalario que sea.

Un ejemplo de ese surrealismo barcelonés es lo que viene pasando en las manifestaciones del 8 de marzo. En el Día internacional de la Mujer Trabajadora en Barcelona la manifestación la encabeza un señor. Un señor con pelazo y tipazo, pero un señor que hace apología de su masculinidad a fuerza de exhibir su miembro viril en todas las redes sociales, ya que de él vive, o mandándolo insistentemente a las mujeres vía whatsapp en sus ya más que vistas foto pene para intentar amedrentar feministas. Ese señor, también es invitado por la señora alcaldesa al balcón del ayuntamiento a celebraciones oficiales. No sabemos si en calidad de amiga, influencers o representante de la patronal de su sector.

Pero ya ni nos importa, ni nos impresiona. De tan visto que lo tenemos ya ha pasado a no ser más que una nota folclórica y carnavalera que se cuela en todos los espacios de reivindicación feminista. El problema es precisamente que, en Barcelona, hace ya mucho que se han puesto todos los medios para convertir el 8M en una fiesta o desfile más cerca de las que hizo Joan Clos en el Fórum que no de lo que realmente es, una jornada de lucha, reivindicación y memoria de las que han caído en esta batalla por los derechos humanos de las mujeres.

Por ejemplo, las que no van a estar en la cabecera de la manifestación son las trabajadoras municipales del servicio de atención domiciliaria. Esas que llevan pidiendo un convenio digno y una remunicipalización del servicio, para garantizar la atención a los dependientes con un mínimo de dignidad, y unos puestos de trabajo algo menos precarios. Sin embargo, el Ayuntamiento de Barcelona licita contratos millonarios con Florentino Pérez y estas trabajadoras quedan en manos del gran millonario y sus intereses económicos. Y por tanto, los dependientes también.

Esas son las luchas que interesan el 8 de marzo. Las que hablan de acabar con la precariedad laboral que se ceba con las mujeres, las que quieren combatir la pobreza femenina que se convierte en pobreza generalizada, la que visibiliza a las familias monoparentales que sufren cada día desahucios y son arrojadas a la calle con sus hijos, las que han sufrido la injustica en los tribunales, al aplicarles el inexistente SAP (síndrome de alienación parental) y fueron separadas de sus hijos como una extensión del maltrato sufrido por los padres de sus criaturas, avalado por algunos jueces y juezas que odian a las mujeres.

Y sobre todo, el 8 de marzo nos interesa la memoria, las que estuvieron antes que nosotras y que ahora las recién llegadas, incluso al ministerio, desconocen y desprecian. Nos interesa Frederica Montseny, Victoria Sau y Clara Campoamor. Y sobre todo como trabajadoras nos interesa Flora Tristán, a la que la historia ha robado su más famosa frase, atribuyéndosela al señor Marx. Fue Flora la que dijo “Obreros del mundo, UNÍOS”.

Pues eso, el 8 de marzo, obreras, uníos, contra la opresión y la discriminación que cada día sufrimos en este mercado laboral ultra capitalista y patriarcal, que nos quiere consumir como productos. Porque lo experimentamos cada día en nuestras carnes que “sólo hay alguien más oprimido que el obrero, la mujer del obrero”, como también dijo Flora. Hacerle los honores obreras de Barcelona, de Catalunya y del mundo. Porque el 8 de marzo es nuestro y sólo nuestro. Así nos lo hemos ganado. Que viva el 8 de marzo y viva la lucha obrera feminista.