El 1 de marzo de 1968 la policía italiana ocupó la Facultad de Arquitectura de Roma. La respuesta de los estudiantes fue un ataque en toda regla, con una violencia inusitada que se saldó con más de 500 heridos. Aquellos hechos han pasado a la historia como la batalla del Valle Giulia, por el lugar donde se produjo. En las filas de los estudiantes había izquierdistas y se sumaron miembros de los movimientos neofascistas. Unos días después, Pier Paolo Pasolini, cineasta, escritor y militante comunista, escribió un largo poema. Es probable que algunas partes del mismo ilustren lo que está pasando estas noches en Barcelona, donde jóvenes airados de casa bien, mezclados con puros ladronzuelos, viven su fiesta nocturna particular enfrentándose a la policía y destrozando la ciudad. Una policía reducida por sus mandos políticos que amenazan a los agentes que osen tratar de frenar a los asaltantes.

Esto escribió Pasolini:

“Tenéis cara de hijos de papá. Fruto de buena cepa. Tenéis los mismos ojos torvos. Sois miedosos, indecisos, desesperanzados (¡estupendo!), pero también sabéis cómo ser prepotentes, chantajistas e inmutables: prerrogativas pequeñoburguesas, queridos míos. Cuando ayer en Valle Giulia os habéis zurrado con los guardias, yo estaba de parte de los guardias. Porque los guardias son hijos de gente pobre.

“Los muchachos policías que vosotros con sacro vandalismo de hijos de papá, habéis apaleado, pertenecen a la otra clase social.

“Ayer, tuvimos un fragmento de lucha de clases: y vosotros, amigos (aunque os asistiera la razón), erais los ricos, mientras los guardias (del lado del error) eran los pobres. ¡Qué gran victoria, pues, la vuestra!"

“Solo una cosa conocen en verdad los estudiantes: el moralismo de un padre de profesión liberal, o juez, la violencia conformista de un hermano mayor (por supuesto encauzado por la senda del padre)".

“Esto, queridos hijos, es lo que sabéis. Y lo aplicáis mediante dos inderogables sentimientos: la conciencia de vuestros derechos (la democracia, ya se sabe, os toma en consideración sólo a vosotros) y la aspiración al poder. Sí, vuestros eslóganes se refieren siempre a la toma del poder. Sois una nueva especie idealista de burdos populistas como vuestros padres; sí, hijos, siempre como vuestros padres".

“¡Ay! Pero ¿qué os estoy sugiriendo? ¿Qué os estoy aconsejando? ¿A qué os estoy empujando? ¡Me arrepiento, me arrepiento! He tomado el camino que conduce al mal menor. Que Dios me maldiga. No me escuchéis. Ay, ay, ay, yo estaba dando pábulo al sentido común. Me he detenido justo a tiempo”.

Entre los estudiantes que atacaron a la policía tras saquear las tiendas y apedrear el Palau de la Música, había jóvenes quizás idealistas y también provocadores, encantados con el desastre, armados con banderas que llevan barras y una estrella. Ésa que sirve para que las hazañas sean televisadas en directo por TV3, que recoge sus felonías para la historia. Son partidarios del cuanto peor, mejor. Ése es su lema, inspirado en Chernyshevsky. Algunos de esos muchachos habían pasado antes por la Universidad de Barcelona (y antes aún por la de Lleida) para exigir que los rectores se pusieran a su servicio. Ya lo habían conseguido (sin gran dificultad) hace algunos meses a cuenta del procés. Iban allí a recordarles que son empleados de la burguesía, a ponerlos en su sitio de subalternos, antes de aprestarse a arremeter contra el mundo, atacando a los medios de comunicación para defender la libertad de expresión, rompiendo las vidrieras del Palau, mientras rapean que defienden la cultura. Es el programa de la CUP: viva la incoherencia que consiste en formar gobiernos de derechas en nombre de la revolución socialista. Mientras, JxC y ERC les hacen caso porque les va en ello montones de nóminas que se perderían si salieran del Govern. Dicen defender el país, esa patria que pretenden tener en exclusiva, pero sólo defienden la paga.

Y para que nada falte, los de Podemos poniendo su pensamiento al servicio de Waterloo. Donde no llega Puigdemont, ahí están Asens e Iglesias para darle argumentos que justifiquen el fuego, el destrozo de vidrieras, el sometimiento de las universidades.

Basta con recordar a Pasolini para saber quién está al servicio de los ricos. Al de los pobres no parece ponerse nadie.