Varios ayuntamientos españoles, incluido el de Madrid, han montado una campaña --Volveremos si tú vuelves-- para fomentar el comercio de proximidad y alertar a los vecinos de que la recuperación de la actividad urbana tras el periodo de reclusión de la pandemia depende, en buena parte, de los propios ciudadanos.

El encierro ha servido para poner encima de la mesa, entre otras coas, el teletrabajo, con sus ventajas y sus peligros, y la compra online de los hogares, que parece haberse consolidado para todo tipo de productos. En caso de que las costumbres adquiridas durante el confinamiento se consoliden, el ya débil comercio de proximidad de las grandes ciudades puede entrar en barrena. En la primera semana de reclusión las operaciones a través de la red alcanzaron el 2% del total del comercio en España, una cuota altísima aunque no lo parezca.

La red comercial urbana aún conserva una densidad de tiempos pasados, de épocas de menos movilidad y costumbres distintas, pero desmontarla conlleva ciertos peligros, porque, entre otras cosas, forma parte del diseño de nuestros pueblos y ciudades.

Barcelona, por ejemplo, se ha ido poblando de bajos comerciales vacíos, solo reemplazados por esas tiendas efímeras que tratan de probar suerte con nuevos productos y por los colmados pakis. Sin embargo, tiene un potencial enorme y genuino en el comercio de comestibles a través de los 39 mercados municipales que languidecen sin saber cómo adaptarse a las necesidades de los nuevos consumidores.

La compra por internet debería estar a la orden del día en unas plazas de abastos donde se concentra la mejor oferta alimentaria de la ciudad y a precios muy competitivos. Sin embargo, solo dos de estos centros –Santa Caterina y Clot-- ofrecen la posibilidad de hacer pedidos online. Y lo hacen con métodos de diseño funcionarial, en los que más que un pedido parece que el comprador esté cumplimentando una instancia, lejos de las aplicaciones ágiles que utilizan miles de comercios en todo el mundo.

Estos casi tres meses de encierro han supuesto un ensayo de gran valor para el futuro para todo el comerio, y también para los mercados de Barcelona. El enorme crecimiento de los pedidos telefónicos ha tropezado con una infraestructura inadecuada que aun y reforzándo el personal de reparto ha sido incapaz de dar la espuesta adecuada. El sistema de pago, por ejemplo, está desfasado. No hay forma de abonar en una sola factura el pedido de varios puestos, que en su mayoría tampoco están adaptados a mecanismos sencillos a través del móvil como el popular Bizum. 

En definitiva, tenemos una oferta comercial en alimentación, ampliable al resto de productos del hogar, de enorme potencial que no está al día pese al esfuerzo y la inversión que se ha hecho en los últimos años para modernizar sus instalaciones dotándolas de servicios como aparcamiento, restauración y enseñas punteras de cadenas de distribución. Los acontecimientos la han desbordado y el crecimiento exponencial de la compra online amenaza con darle la puntilla.

En 2014, el Ayuntamiento de Barcelona aprobó el Plan Estratégico 2015-2025, que se centraba en tres ejes --alma, motor y sostenibilidad-- para adaptar los mercados de la ciudad a las necesidades de los barceloneses. Está desfasado, requiere una actualización urgente porque la red corre el riesgo de sucumbir ante un cambio de costumbres que se orienta básicamente hacia el delivery, la comodidad (los platos preparados, que es ciertamente donde más se han progresado los mercados) y el veganismo.

Un 72% de los barceloneses ha recurrido al delivery durante la pandemia, y casi el 50% de los consultados por Brandelicious para su Barómetro sobre Hábitos de Consumo y Ocio después del Covid-19 se inclina por evitar los lugares concurridos, mientras la confianza sanitaria gana peso en la toma de decisiones de compra. Difícilmente se encontrarían circunstancias objetivas más favorables para los mercados municipales que las que se dan en estos momentos. Solo hace falta ponerse las pilas, y es posible que la rumba del Barcelona tiene poder no sea precisamente la forma de hacerlo. La alcaldía está por la imagen cuando lo que necesita la ciudad son ideas y trabajo.