Está comprobado: el actual gobierno de la Generalitat no es capaz ni siquiera de ordenar el tráfico. Cabe otra posibilidad, que estén sembrando el caos a propósito mientras buscan razones para echarle la culpa, una vez más, al “Gobierno de Madrid”. No al de Díaz Ayuso, con el que comparten la privatización acelerada de la sanidad, a base de degradar la del sector público, sino al que preside Pedro Sánchez.

Pere Aragonès es del mismo partido que un tal Oriol Junqueras que, tiempo ha, se hacía fotografías ante las barreras de los peajes reclamando su eliminación porque eran un expolio para los catalanes. Por lo visto, los camiones procedentes de Almería o Murcia o Valencia estaban exentos de pago. Y a los turismos procedentes de Aragón, Madrid o las Castillas, les daban además dinero, como todo el mundo sabe. No llegaban a decir cosas así, pero lo daban a entender, capaces de una demagogia infinita.

Barcelona, decían, está rodeada de peajes. Y lo decía ERC y también los de CDC, hoy rebautizados en Junts, quienes, por cierto, votaron a favor del rescate de las radiales de Madrid.

Llegó un momento en el que las concesiones de los peajes de las autopistas dependientes del gobierno central expiraron y Pedro Sánchez no tuvo otra ocurrencia que eliminarlos. Desde entonces, los entornos de Barcelona son un desastre continuo. Muy superior al que se sufría antes de suprimir las barreras del pago.

Como medidas contra el caos, el consejero Joan Ignasi Elena ha sugerido eliminar el peaje en la C-32, la que lleva hasta su casa, y restringir el paso de los camiones en los días más problemáticos. Algo que se venía haciendo desde los tiempos de María Castaña. También ha pensado en reducir la velocidad máxima permitida. ¡Tiempos aquéllos en los que el entonces candidato a diputado Felip Puig prometía que, si llegaban al gobierno, suprimirían hasta los límites a 80 en las entradas a Barcelona! Nunca lo hicieron, eran puras baladronadas, al estilo de Aznar, que defendía su derecho a beber antes de ponerse al volante. Hubo quien le hizo caso: el entonces magistrado Enrique López. Lo pillaron conduciendo una moto borracho y sin casco. Hoy, como premio, es consejero de Díaz Ayuso, la promotora de las cañas en libertad y las becas como complemento de la riqueza. En la misma línea de las decisiones que tomó un consejero de Educación en Cataluña, Ernest Maragall, que reguló dar ayudas a los colegios del Opus Dei. Dios los cría y ellos se arrejuntan.

En las películas de policías y ladrones, cuando un detective de homicidios resulta muy chapucero, algún mando lo amenaza con que va a terminar dirigiendo el tráfico. Se ve que es el eslabón más bajo. Pues bien, aquí han puesto a los malos a regular las carreteras y el resultado es que cada día hay atascos por todas partes. Los fines de semana porque circulan muchos coches; otros días porque se producen accidentes, y otros más porque lo provocan directamente las autoridades responsables (¿o irresponsables?).

El pasado lunes a mediodía, en la autovía C-33, dependiente del Gobierno de la Generalitat, se necesitaban 50 minutos para recorrer los escasos 10 kilómetros que hay entre el área de Montcada y la entrada a Barcelona. ¿Motivo? Se había cortado un carril para barrer el firme, cosa que se hacía con una de esas máquinas más que ruidosas, especialmente lentas y, sobre todo en Barcelona, escasamente eficaces. Lunes, mediodía, como no se preveía ningún atasco, ahí estaba el Govern para montarlo. Los fines de semana no necesita intervenir, el bochinche está garantizado.

Ahora se han propuesto hacer un carril adicional en la otra entrada de Barcelona, la que desemboca en la Diagonal. Por lo visto los responsables catalanes del tráfico ignoran una máxima que aprenden casi todos los ingenieros que se dedican a las carreteras: el coche ocupa todo el espacio que se le ofrezca. De modo que si se hace un carril más (sin ampliar su desembocadura en la avenida ya en Barcelona), lo único que se va a conseguir es aumentar la longitud de los atascos. Eso sí, como habrá obras, cabe la posibilidad de que haya también comisiones. No es seguro que así sea, pero eso, como mínimo, sería una explicación comprensible.