A Ada Colau, la gestión de Barcelona le va grande. No es ninguna novedad. Ha quedado patente a lo largo de siete años. Ejemplos los hay a patadas pero muchos estaremos de acuerdo en que en temas importantes y básicos de la ciudad, como la limpieza, la seguridad y la movilidad, el gobierno de Colau hace aguas. La mayoría de barceloneses somos conscientes de ello y haríamos bien en trasladar el próximo 28 de mayo nuestra indignación a las urnas. Quedarse en casa y quejarse después ya no valdrá. Hay que poner fin al peor gobierno que ha tenido Barcelona en democracia y eso es cosa de todos.

El último episodio de mala gestión municipal lo hemos vivido esta Mercè. Por segundo año consecutivo en la fiesta mayor de Barcelona se han producido altercados, se han arrasado comercios y se han quemado vehículos. Una cuarentena larga de personas ha resultado heridas y lo peor de todo un joven de 25 años murió tras una agresión mortal con arma blanca en las cercanías de plaza de Espanya. Pero para la alcaldesa el principal problema es que se está difamando a Barcelona. "Ja n'hi ha prou de difamar a Barcelona", ha escrito en las redes. Ya lo dicen, la mejor defensa es un buen ataque.

Señora alcaldesa, ¿de verdad, a usted le parece normal que por segundo año hayamos tenido una Mercè con disturbios? ¿Tan difícil era planificar bien el dispositivo policial para evitar trifulcas callejeras? ¿No se podía haber limitado los aforos como ahora los Mossos plantean de cara al próximo año o llevar a cabo un mayor control del consumo de alcohol? ¿Los efectivos de agentes desplegados eran los adecuados? Y no vale aquello de responder que la seguridad de la ciudad depende de los Mossos. Usted, como alcaldesa, debe garantizar la seguridad de los barceloneses y exigir a la Generalitat que cumpla.  

Todo esto se lo pregunto porque la noche del domingo me acerqué al concierto de Stay Homas en la avenida de Maria Cristina. Ciertamente, el ambiente era tranquilo, de fiesta, pero a uno le entran dudas si después de lo vivido la noche anterior dos o tres furgonetas policiales junto a las torres venecianas y otra en Creu Coberta eran suficientes. Tampoco había el más mínimo control sobre lo que llevaba cada uno y por allí entraron todo tipo de botellas de cristal y vaya usted a saber qué más. Por suerte esa noche no pasó nada importante -que sepamos-, y se lo digo así de claro: por suerte.

Pero no solo Colau no ha hecho autocrítica. A Albert Batlle, teniente de alcaldía de Seguridad y Prevención, no se le ha ocurrido otra cosa que soltar que Barcelona no es Beirut ni Chicago. Vamos que viene a ser lo mismo que decir que no estamos tan mal. Tiene la razón, señor Batlle, Barcelona no es Beirut, ni el Chicago de Al Capone. Solo faltaría señor Batlle, solo faltaría.

Pero estará de acuerdo conmigo que la seguridad de Barcelona se puede mejorar. Tener más de 400 delitos diarios no es ninguna broma. Y que en Barcelona se cometan más robos con violencia que en Madrid con la mitad de la población tampoco. Los datos los puede consultar en el Balance de Criminalidad del primer semestre del año del Ministerio del Interior y en el artículo que Metrópoli publicó hace unos días. Y en líneas generales no invitan al optimismo. Entre 2021 y 2022 crecen los homicidios, las peleas callejeras, las agresiones sexuales, los robos en domicilios, la sustracción de vehículos, el tráfico de drogas y los citados robos con violencia. En términos globales, los delitos aumentan un 40,3%. Pero, claro, nos tenemos que conformar con que no somos ni Beirut ni el Chicago de los años 20, o con sandeces de que los medios estamos difamando a Barcelona por contar lo que ocurre.

Alcaldesa Colau, haga su trabajo, y si no quiere hacer su trabajo o no sabe, váyase a casa. De verdad, Barcelona y los barceloneses se lo agradecerán.