Trabajo de hormiga. Determinación y persistencia. Ésta es la actitud de muchos coleccionistas barceloneses a lo largo del último siglo. Y es que a diferencia de Madrid, cuya capitalidad le ha dotado de colecciones reales (el origen del Museo del Prado) o equipamientos de la talla del Reina Sofía o el Thyssen, la Ciudad Condal ha tenido que fiarlo casi todo a la iniciativa privada.

Es el resultado de una concepción centralista —y poco federal— en lo que a centros de arte público se refiere. Más aún, cuando sabemos de casos en los que las donaciones (o daciones en pago, un sistema según el cual las grandes empresas adquieren una obra de arte en vez de abonar impuestos) hacen más grande la discriminación cultural. Así, Barcelona cuenta con museos o fundaciones monográficas dedicadas a Picasso, Tàpies o Miró. Pues bien, ¿saben dónde han ido a parar en los últimos años las obras de estos tres artistas que estaban en manos de particulares y que han pasado a titularidad del Estado? Pues a los museos públicos radicados en Madrid.

Uno de los casos más sonados de las últimas décadas tuvo como protagonistas a obras de Lucas Cranach, Picasso y Tàpies. Efectivamente, los tres cuadros acabaron en la capital. Con el añadido, además, de que eran propiedad del multimillonario empresario Juan Abelló. Tras ponerle Hacienda la lupa por casos relacionados con el fraude fiscal, decidió hacer las paces con el fisco a cambio de donar algunas obras de arte. Y es que su colección es realmente espectacular (a la altura de la que posee Alicia Koplowitz, cuyos fondos sólo se han podido ver en París o Bilbao). Pues bien, el director general de Tributos que aceptó el canje con el señor Abelló acabó contratado como gerente de Torreal S.A., la sociedad financiera del empresario. Un claro ejemplo de lo que se conoce como puertas giratorias. Muy artísticas, eso sí.

En cualquier caso, figuras como Frederic Marés, Josep Suñol, Jordi Clos, los Planas-Giralt, Raffel Pagès, Vila Casas, Sisita Soldevila (quien colecciona videoarte), Foto Colectania o los Pinós, entre otros muchos, hacen de este ciudad un continuo descubrimiento. Gracias a ellos disponemos de museos dedicados al perfume, la peluquería, la fotografía, el modernismo o el arte egipcio.

Precisamente, para entender mejor este anhelo —que en muchos casos roza lo obsesivo—no se pierdan la muestra del Museu Egipci titulada Passió per l’Egipte faraònic. Han decidido exponer parte de los fondos, pero haciendo hincapié en quiénes han sido los coleccionistas de las piezas (hasta acabar en  la fundación barcelonesa). Así, encontramos a varios médicos, un mago, un ex presidente del Comité Olímpico de los EEUU próximo al nazismo, la segunda esposa del actor Rodolfo Valentino o el primo de Winston Churchill. Personajes más o menos políticamente correctos. Como los coleccionistas catalanes actuales, todo sea dicho.

Yo, de momento, ya estoy contando los días que faltan para la inauguración (¡por fin!) de la tan anhelada Fundació Joan Brossa en el antiguo edificio de La Seca del Born. Será este mes de septiembre. La primera exposición promete: “Art i follia”.