Aquí reposa Rafael Patxot i Ferrer en el cementerio del Poblenou / INMA SANTOS

Aquí reposa Rafael Patxot i Ferrer en el cementerio del Poblenou / INMA SANTOS

Vivir en Barcelona

Réquiem por un navegante, en el cementerio del Poblenou

Rafael Patxot i Ferrer se hizo construir, en 1858, un arco-capilla de estilo neoclásico como un tributo a si mismo y a toda una vida vinculada al mar

10 octubre, 2021 00:00

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Era una visita pendiente, de esas que año tras año he ido aparcando. Quizá porque me gusta que me cuenten historias, y eso es algo que solo se espera que hagan los vivos. Pero estaba equivocada, como dice un amigo: “Sí, los muertos nos hablan, lo que ocurre es que la mayoría de las veces no queremos escucharlos”. Detrás de cada discreta lápida se ocultan grandes historias por descubrir. Y claro, también hay lápidas y panteones ostentosos que parecen pedir a gritos que alguien cuente su historia sin discreción; los hay incluso que parecen ideados por sus inquilinos, con premeditación y alevosía pre-mortem, con el único objetivo de no pasar desapercibidos en la muerte (como tampoco lo hicieron en vida). Pero está bien, porque de no ser por ello, no existiría el arte funerario, yo no me habría animado a visitar el cementerio del Poblenou y tampoco habría podido hablar de uno de los arcos-capilla más destacables de este camposanto, el de Rafael Patxot i Ferrer.

Es de estilo neoclásico, fue proyectado en 1858 por Francesc de Paula Villar y efectuado por Filippo Casoni por encargo de Rafael Patxot i Ferrer, un hombre que dedicó su vida al comercio marítimo y la navegación. Sobre un pedestal, enmarcado por un gran portal con un frontón semicircular, destaca un sarcófago con tres elementos esculpidos relacionados con la navegación: un reloj cronómetro, un compás de rutas de navegación y una brújula. En las pilastras del portal hay relieves con cornucopias de donde brotan frutas tropicales, sacos, toneles y baúles, anclas, cuerdas y otros enseres de navegación. En el tímpano, se cruzan trenes y barcos en plena travesía, y en el dintel, un reloj de arena alado habla de la fugacidad de la vida.

Arco-capilla de estilo neoclásico para Rafael Patxot i Ferrer / INMA SANTOS

Arco-capilla de estilo neoclásico para Rafael Patxot i Ferrer / INMA SANTOS


UNA VIDA DEDICADA AL COMERCIO, LAS FINANZAS Y EL FERROCARRIL

“A mi cara familia, año 1858, Rafael Patxot”, reza el epitafio en el frontal del sarcófago. Aunque, viendo el conjunto de la obra, más parece un homenaje a sí mismo y un tributo a toda su actividad laboral. Brevemente y para hacernos una idea: los orígenes de los Patxot se sitúan en el seno de una familia de navegantes que posteriormente habría derivado hacia actividades comerciales en el sector del corcho, hasta convertirse en una de las familias más acomodadas de Sant Feliu de Guíxols durante el siglo XIX.

Pero Rafael nació en Barcelona, en 1802, y vivió en la calle Nou de Sant Francesc, en Pedralbes. Junto con sus hermanos, siguió con la tradición de capitanear barcos y transportar bienes a varios puertos americanos. Se casó con Beatriz Cibils, cuya familia tenía importantes negocios con Uruguay. Se dedicó al comercio, a las finanzas y al ferrocarril. De hecho, fue uno de los inversores de la primera línea de ferrocarril Barcelona-Mataró, y también uno de los fundadores del Círculo Mercantil. Patxot murió de cólera en 1865, a los 63 años, en Madrid, lejos del mar en el que se sumergió toda su vida.

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