El Pasaje de Catalunya, en el barrio de El Camp de l’Arpa / INMA SANTOS HERRERA - METRÓPOLI

El Pasaje de Catalunya, en el barrio de El Camp de l’Arpa / INMA SANTOS HERRERA - METRÓPOLI

Vivir en Barcelona

Pasaje de Catalunya: recuerdos de un municipio llamado Muntanya

Abierto en 1929, ha conservado un conjunto de casitas ‘noucentistas’ que en su mayoría se atribuyen a Josep Alemany Juvé, arquitecto municipal de Santa Coloma y Esplugues

11 octubre, 2022 00:00

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El pasaje de Catalunya es un pasillo largo de casitas bajas y pintorescas que comunica las calles Industria y Còrsega, en la manzana entre Sant Quintí y Cuenca. A derecha e izquierda, se alinea un conjunto de viviendas, todas ellas de una sola planta, con su puerta de entrada en el centro de las fachadas de colores claros y una ventana enrejada a cada lado. Casitas modestas de estilo noucentista, la mayoría rehabilitadas, que seducen por su encanto.

La mayor parte de las casas de este pasaje se atribuyen a Josep Alemany Juvé, arquitecto municipal de Santa Coloma de Gramenet y de Esplugues, y autor de varios edificios en Barcelona, como el de la cooperativa de la Lealtad Santsenca (calle Olzinelles).

El pasaje de Catalunya, abierto en 1929, no es una rara avis en el barrio del Camp de l’Arpa, ni mucho menos el más antiguo: está el del Sospir, el de Torres d'en Trinxant, el del Pistó… Y todos ellos han resistido al paso del tiempo, ocultos en la telaraña de un paisaje urbano complejo, cuyo origen se remonta a mediados del siglo XIX.

Hacia 1845, en el municipio de Muntanya de Sant Martí de Provençals, al que pertenecía Camp de l’Arpa, empezaron a construirse casas e industrias harineras, textiles, químicas, de curtido de pieles, de ladrillos… En torno a ellas, se arremolinó la población --en su mayoría obreros y a menudo inmigrantes--, que crece como la espuma. Y con ellos, un entramado urbanístico de callejuelas repletas de casas bajas y modestas que fueron arraigando hasta dar lugar a un particular núcleo urbano.

Décadas después, llegó el Plan Cerdà y encalló en este barrio. Pese a su proximidad con el Eixample, fue imposible implementar el modelo de cuadrícula. Hacerlo suponía borrar del mapa un sinfín de calles con sus viviendas incluidas. El resultado fue un híbrido que llevó a mantener esas vías originales, abriéndose paso entre las nuevas calles que iban naciendo. 

Así se gestó un paisaje urbano lejos de la uniformidad, que combina viviendas pequeñas y bajas con edificios propios del Eixample, aunque en una versión más sencilla, en las formas y en los materiales. Pequeños pueblos ocultos en el entramado de calles donde se pierde el Plan Cerdà.

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