Sala hipóstila Ca n'Altimira / INMA SANTOS

Sala hipóstila Ca n'Altimira / INMA SANTOS

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Jardines de Ca n'Altimira: romanticismo olvidado en Sarrià

El doctor Josep Altimira hizo construir, a mediados del XIX, un pequeño paraíso del que solo se conservan dos puentes y una sala hipóstila con 36 columnas

8 septiembre, 2021 00:00

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El doctor Josep Altimira hizo construir, a mediados del siglo XIX, un fantástico jardín de aire romántico dentro de su finca, en Sant Gervasi de Cassoles, cuando aún era un municipio independiente y no un barrio de Barcelona. Fue sin duda un personaje adinerado y algo extravagante, a quien una mala pasada dejó a las puertas de la miseria, y donó sus propiedades a la orden de las Misioneras de la Inmaculada Concepción. Como no tuvo herederos, las religiosas cuidaron de él hasta su muerte. Después, las monjas instalaron en la finca el colegio de la Inmaculada Concepción.

El recinto actual es solo una parte de lo que posiblemente fueron unos jardines singulares en la época. En la década de 1980 pasó a titularidad pública, aunque los jardines se abrieron al público en 1991 tras una remodelación a cargo de María Luisa Aguado.

Una puerta enrejada, en la calle Mandri, da acceso a una zona de densa vegetación distribuida en dos niveles. En el superior, a pie de calle, se conservan dos puentes: uno de piedra, que conduce a un segundo acceso, y otro metálico por el que no se permite circular. Un camino escalonado conduce a un nivel inferior, donde una plaza de sablón recibe al visitante. Al fondo, tras las rejas, se oculta una sala hipóstila con bóvedas sostenidas sobre nada más y nada menos que 36 columnas de estilo románico muy altas y de piedra arenosa. A un lado de la plaza, pegada al muro que queda de la antigua mansión de la finca, una fuente moderna ocupa el centro de una hornacina superviviente.

Según la documentación, con la edificación del colegio y la apertura de las calles Maó y Mandri, se perdió parte del jardín original y con él, algunos elementos singulares como una alberca con cuatro esculturas y un templete central. Tampoco queda ni rastro de las grutas subterráneas y las galerías artificiales navegables que, según dicen, comunicaban la sala hipóstila con la casa del propietario.

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