Abanik en la calle Calàbria

Abanik en la calle Calàbria

Vivir en Barcelona

Abanik, lo mejor de Oriente y Occidente también en cócteles

El ex barman del hotel W inaugura un local en la nova esquerra del Eixample. Abanik rinde tributo al lejano Oriente en plato y copa, y marida la experiencia con tonos oscuros e informalidad buscada

10 mayo, 2018 16:28

Un restaurante, un bar, un “gastro-cocktail-bar” -como lo llaman- divertido que abrió en julio del año pasado en una zona cada vez más en auge. La Modelo sirve de referencia para vertebrar un barrio que sabe de bares, y de locales de copas. En medio, por propuesta y concepto, Abanik cumple con todo para acoger sin prisas. Informalidad bien entendida y bagaje en manos y cabeza de propietario, Michele Ficociello, un italiano ya barcelonés que trabajó anteriormente como bartender en los locales de los hoteles W, Ohla y Mercer.

Ahora traslada saber a un local más pequeño, de barrio en tamaño y cordialidad, universal en propuesta. Abanik rinde homenaje gastronómico al abanico, ese elemento traído de Oriente y utilizado con arte en el Mediterráneo, aunando ambas culturas para dinamizar en carta. Allí, los nombres de platos y cócteles cobran sentido. Salmón Greendu -salmón cocido lentamente con salsa de curry verde, acompañado de zanahorias pequeñas, espárragos y aceite de cilantro-, Niu JiaoZi -albóndigas de pato caseras con la reducción de salsa Cantonease y espuma hecha en casa de "tamarind"-, Chick Chick Chicken -tiras de pollo casera marinadas en leche de coco durante cinco horas con panko japonés y servidas con una salsa de mango y chiles dulces caseras- o gyozas de rabo de buey y salsa de manzana y miel.

Platos que se acostumbran de maridar con unos cócteles de autor que Ficociello mima. Entre ellos, por qué no optar por el Fuji Sunset, un guiño a Oriente, especialmente al color anaranjado que adquiere el cielo del monte Fuji japonés al atardecer. En Abanik, con el sake con licor base, el color se adquiere gracias al licor cherry.

El bar cuenta, asimismo, con una larga carta de vermuts –guiño catalán- y sugiere acabar el menú con café, pero con su propuesta de café: Espresso Martini, un cóctel a base de vodka, kalhua y azúcar líquido y acabado con cacao o canela a gusto del consumidor.

El local se presenta abierto en tonos negros y rojos, para situarte, con mesas altas y bajas que subrayan la informalidad buscada. Para muestra un botón, sus bravas, llamadas Bravos, se elaboran con patatas rústicas, salsa de mayonesa de ajo hecha en casa y cocinada lentamente en el horno durante dos horas y salsa "brava" con vino tinto Marsala de Italia, tomate catalán y polvo de "shichimi" de Japón. Lo mejor de aquí y de allá, y de más allá.

Konnichiwa, hola o ciao. Cualquier idioma es bueno si estás a gusto.

Calàbria, 209