La pieza teatral 'Viaje al fin de la noche'

La pieza teatral 'Viaje al fin de la noche'

Vivir en Barcelona

El fin de ETA sobre el escenario en Barcelona

La compañía Proyecto 43-2 ha estrenado por primera vez en Catalunya la última parte de la trilogía sobre Euskadi

16 noviembre, 2017 12:14

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Hay un conflicto y dos afectados. Una lucha armada y muertos. Podría tratarse del primer libro de Louis-Ferdinand Céline sobre la Primera Guerra Mundial, pero en este caso Viaje al fin de la noche es una obra teatral: es la tercera parte de una trilogía sobre Euskadi, la memoria colectiva y el conflicto de ETA. La compañía de la Comunidad de Madrid Proyecto 43-2 ha estrenado este miércoles en el Teatro Tantarantana la pieza, por primera vez en Catalunya, que estará hasta el 26 de noviembre.

Al padre lo mataron los GAL. A la madre, ETA. Ellos, un hijo y una hija, sufren en paralelo sus muertes y recuerdan algunos momentos vividos y otros imaginados. Alfonso Mendiguichía y María San Miguel interpretan a estos dos hijos rotos por el conflicto que se encuentran en una sidrería. A través de varios monólogos, solemnes algunos, coléricos otros, el espectador va entrando en contexto.

La obra teatral, al principio un poco lenta, va cogiendo fuerza a medida que los personajes muestran sus sentimientos más intrínsecos. “Mirándome en el espejo me es más fácil recordarte”, dice ella refiriéndose a su padre. “Necesito hablar de tu muerte porque me libera”, dice él sobre su madre, cogiendo el serrín del suelo.

Alfonso Mendiguchía en 'Viaje al fin de la noche'

Alfonso Mendiguchía en 'Viaje al fin de la noche'


El conflicto de ETA ha sido un tema de discusión que aún hoy, que el grupo terrorista ya ha dicho adiós a las armas, sigue estando presente. ETA ha dejado 858 muertos. Los GAL, 26. El conflicto armado ha enfrentado a amigos y ha dividido familias.

LA IDENTIDAD

La pieza teatral, dirigida por Pablo Rodríguez, confronta a estos dos bandos opuestos y saca a relucir otro debate que aquí en Catalunya también está presente: el de la identidad. “Yo soy euskalduna, aunque no lo ponga en mi carné”, dice la hija. “No es lo mismo ser vasco que sentirse vasco”, añade él.

Discuten entre ellos en la sidrería, diciendo que “matar no es fácil” o que “no sabemos cómo estaríamos ahora si no hubiese existido ETA”, o contrariamente, “no ha valido para nada”, así, gritando, hasta terminar extasiados y confesar que lloraron cuando ETA anunció el fin de la lucha armada. “Lloramos”, dicen al unísono.

Con un cierre circular, los actores terminan como al principio, enumerando deseos que bien podrían ser recuerdos: “Ir a la playa, ir al monte, decir un trabalenguas en euskera, lentejas que si no las quieres, las dejas”. Luego suenan las declaraciones de personas salpicadas de algún modo por el conflicto cuyos rostros, difuminados, se proyectan en un tonel de sidra. Y, al final, recordamos una pregunta de la pieza: “¿Cuál es la verdad?