El caballo del Camp de la Creu en la fachada de las antiguas caballerizas / INMA SANTOS

El caballo del Camp de la Creu en la fachada de las antiguas caballerizas / INMA SANTOS

Vivir en Barcelona

El caballo del Camp de la Creu

La cabeza del equino preside la fachada de un edificio del siglo XIX, en Les Corts, que acogió unas caballerizas y una empresa de transporte

8 noviembre, 2021 00:00

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“¡Caballo! Mira, mami, mami... ¡cabaaaallo allí”, grita desde el carrito un niño con el dedo apuntando hacia arriba y al otro lado de la acera. No, no es fruto de su imaginación. Ahí está, en el número 44 de la calle Morales, la cabeza esculpida de un equino presidiendo un edificio del siglo XIX, de una sola planta y de obra vista, con el techo a dos aguas y un enorme arco de medio punto sobre la puerta principal.

EL BARRIO DEL CAMP DE LA CREU

Detalles sin importancia para el pequeño que, desde el cochecito, altera a su abstraída mamá, que acaba de levantar la vista del móvil y lo descubierto con medio cuerpo fuera del chasis del coche, retorciéndose sobre sí mismo y mirando hacia atrás: “Sí, claro, un caballo. Siéntate bien, que te vas a caer, por favor”. Ella se lo pierde.

Esa cabeza de caballo, esculpida bajo una herradura de ladrillos, es en realidad un testimonio de un barrio conocido como el Camp de la Creu. Nombre que recibía por la antigua cruz de la Magòria, cruz de término medieval situada en la antigua Riera de la Magòria. La plaza del Carme era el punto central de ese antiguo barrio y, desde allí, nacían sus dos calles principales: Montnegre –en horizontal– y Morales (antiguamente, Jordà), en vertical. Esas dos vías eran el punto de partida de un barrio que acogió a familias llegadas de toda Cataluña, a finales del XIX y principios del siglo XX, para trabajar en las diferentes industrias que se instalaron en esta zona.

ANTIGUA CABALLERIZA

Nuestro “caballo del Camp de la Creu” es una pista del tipo de negocio que albergó la nave en su día. Según diversos textos editados por el Ayuntamiento de Barcelona, todo apunta a que, originalmente, el edificio que le sirve de atalaya (con vistas al edificio de enfrente) fue una antigua caballeriza. Y hasta 1940 albergó una empresa de transporte.

Ahora tal vez nos parecerá extraño, pero sí, en 1900, esta forma de tracción era aún la más extendida en una ciudad en la que el llamado transporte de sangre no desapareció hasta los años 60 del siglo XX.

Un dato: Barcelona, en 1900, tenía unos 533.000 habitantes y... ¡40.000 caballos!

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