Los sindicatos ya no son lo que eran, como nada es lo que fue. No exploraré ni la naturaleza ni las causas del cambio, porque sería un trabajo que no cabe en estas líneas. Pero recordemos, por si no se habían dado cuenta, que la defensa de los derechos de los trabajadores es política; es, de hecho, una de las funciones más importantes de la política. Si los sindicatos ya no son lo que eran, cabe preocuparse, y mucho.

Seguro que, dándole vueltas a este asunto, saldrá alguno señalando la sempiterna división de las izquierdas. Con Marx todavía pisando el suelo, las familias de anarquistas, laboristas, socialistas, comunistas y compañía ya se daban de bofetadas con un gran aparato ideológico muy fácil de caricaturizar. Pero ¡poca broma! Esos díscolos sindicalistas lograron cosas increíbles: la jornada de ocho horas o las vacaciones pagadas, por ejemplo, y sentaron las bases del mayor logro de la civilización occidental, el Estado del Bienestar.

Esas y otras razones nos obligan a examinar con atención esos casos en los que diferentes familias sindicales están de acuerdo en algo y actúan unidas en una reivindicación. Eso está ocurriendo con los representantes de los 14.000 empleados del Ayuntamiento de Barcelona, que están negociando su convenio colectivo. ¿He dicho «negociando»? Quizá tendría que haber dicho «intentando negociar». Porque en este asunto pintan bastos.

Aunque cada uno barre para casa, las voces de los sindicalistas son unánimes y causan cierto pasmo. El gobierno municipal de la señora Colau «se pasa la representación sindical por el forro», en palabras de uno de los representantes sindicales. «Son muy arrogantes», añade. Para confirmarlo, una vez que pudieron reunirse con el primer teniente de alcalde, el señor Pisarello, fueron recibidos amablemente con estas palabras: «No confiamos en ustedes porque ustedes son la casta». Tenía delante a los representantes del 95% de los empleados municipales, ni más ni menos.

Las quejas son tremendas y a mí me llenan de consternación. Busquen en los periódicos. El gobierno municipal no quiere negociar nada ni quiere reunirse con los representantes sindicales; cuando lo hace, su comportamiento es soberbio, a veces insultante. El convenio no se renueva desde 2008 y los empleados municipales han sufrido los recortes de la Crisis, quién no. Ahora, encima tienen que sufrir el desprecio y la mala educación de quien vende una imagen de izquierda chachi-guay... Esto no estaba en el guión, ¿verdad? Díganme que es broma.