Ada Colau

Encontrar un lugar, un nuevo cometido cuando se percibe que, en realidad, se puede ser más un lastre que un caballo ganador. Es lo que no ha logrado o no ha podido conseguir Ada Colau, que ha estado en contacto permanente con su compañera Jessica Albiach para presionar en contra de los presupuestos de la Generalitat. Su apuesta por políticas sociales, por inversiones estratégicas en barrios y en equipamientos, no ha tenido en cuenta que del presupuesto de la Generalitat dependían partidas por una cuantía de 650 millones para Barcelona.

Colau actúa movida por la negativa de los socialistas a incluirla en el gobierno municipal. Pero también reacciona, al secundar el voto en contra de los comunes al presupuesto de la Generalitat, contra Esquerra Republicana, porque sabe que las propias bases de los republicanos se manifestaron en contra –en las consultas en los casales del partido en Barcelona—de que su partido formara parte del gobierno municipal del alcalde socialista Jaume Collboni, después de haber alcanzado un acuerdo con el PSC en la capital catalana.

La exalcaldesa ha dejado claro que quiere seguir en el consistorio, “en el cargo que sea”, sin ver que se ha convertido en un tapón para su partido. La paradoja es grande. Es el principal rostro público de los comunes, pero también puede ser el freno para que tenga éxitos electorales. Para empezar, en las elecciones catalanas convocadas para el 12 de mayo. Y siguiendo por lo que pueda pasar después: ¿cree que el PSC la incluirá en el ejecutivo local a cambio de que los comunes voten una hipotética investidura de Salvador Illa como presidente?