Alrededor de Vox crecen como las setas -venenosas- grupúsculos fascistas de toda índole. Aparecen alrededor del Gran Manitú para tener sus momentos de gloria. Es lo que vimos este seis de diciembre. Abascal vino a Barcelona a celebrar el aniversario de la Constitución. Se rodeó de sus tropas, no demasiados, y de las setas que, brazo en alto y entonando cánticos fascistas, los retrataron como lo que son: unos nostálgicos de la dictadura, enamorados de un viejo régimen que se presentó ante los españoles, arma en ristre off course, como salvapatrias.

Ahora Abascal entona los mismos argumentos que en el 36 entonaba un tal Francisco Franco, con esta nostalgia del holligan para quien todo tiempo pasado fue mejor. Como la presencia franquista y fascista fue evidente en Sant Jaume, los de Vox no han dudado en decir que estos personajes que se pasearon ante el Palau de la Generalitat con orgullo patrio -no el de aquí, el de allí- fueron enviados por el gobierno “ilegítimo” “social comunista”. Ellos alimentan a la “bestia”, pero luego se desmarcan. No se vio ningún intento por diferenciarse de ellos por parte de los organizadores que, dicho sea de paso, no se escandalizan de brazos en alto, aguiluchos en banderas ni de cantos del viejo régimen.

La alcaldesa Ada Colau ha salido en tromba. El Ayuntamiento denunciará ante la Fiscalía a los organizadores de la manifestación por “exaltación del fascismo y el nazismo”. En Vox se han puesto estupendos blandiendo en su defensa ese argumento tan manido de “nosotros no hemos sido”. Pongamos los puntos sobre las íes. Vox no reconoce al Gobierno de España, lo considera ilegítimo. No reconoce la democracia y establece niveles. Españoles de primera, los que defienden España, y de segunda, los que no la defienden. Siempre según su criterio, sólo faltaría. “Estos son de los nuestros”, dijo Macarena Olona en el Congreso para defender a los militares que han hecho pronunciamientos golpistas en cartas dirigidas al Rey y que en su chat particular fantaseaban con fusilar a 26 millones de estos “malos” españoles.

Tampoco hay que ser un lince para señalar a Vox como partido fascista. Se les edulcora, se les limpia la imagen, calificándolos de extrema derecha. Se acuerdan de aquello de ¿por qué le llaman amor si quieren decir sexo? Pues aquí algo similar, ¿por qué les llaman ultraderechistas si quieren decir fascistas? Abascal se dirigió a la multitud -200 personajes- y dijo lo de siempre. No esperen mucho más de él. “El mayor enemigo de la Constitución es el Gobierno socialista, apoyado en el comunismo totalitario, apoyado en el separatismo golpista y apoyado en la ETA”, un remake de la conspiración judeo-masónica de rojos y separatistas.

Solo hace falta escuchar a algunos líderes como Javier Ortega Smith que justifica el golpismo de Franco porque fue la República la que dio el golpe de estado y sigue acusando a las 13 rosas de violadoras y asesinas. No hace falta recordar que Abascal pone en valor a los gobiernos franquistas cuando ataca al gobierno de Pedro Sánchez. Se hacen llamar patriotas, criticando a los nacionalistas cuando ellos no son más que representantes de ese rancio nacionalismo español que se ha despertado después de una mala siesta. En WhatsApp corre un mensaje que define muy bien esta situación. Un tipo con bandera a cuestas le dice a otro ¿tu eres patriota? El otro lo mira y le contesta. No, soy normal. Pues eso.

Con Franco se vivía mejor. Este viejo dicho lo ha desempolvado Abascal, arrogándose la representación de los españoles de bien. Los del mal son otros, son los malos españoles. Aquí entran todos. Socialistas, nacionalistas, separatistas, comunistas, liberales, democratacristianos, radicales, y todo aquel que no les baile el agua. Tiene guasa que Vox se erija en defensora de la Constitución, que fue precisamente la que enterró las veleidades fascistas de cuarenta años de régimen. O, dicho de otra manera, manda carallo. Si tanto defiende Abascal la Constitución, quizás ha llegado la hora de releerla, actualizarla y cambiarla, porque algo no me cuadra en este escenario.

Por una vez, la alcaldesa ha actuado como alcaldesa, porque seguramente ella también es ilegítima, es una peligrosa comunista, que gobierna de la mano de los rojos socialistas y al amparo del independentismo. Vamos, todo un desastre. Colau ha hecho lo que tenía que hacer porque ante el fascismo ni un paso atrás, porque los trogloditas se envalentonan esgrimiendo los viejos catecismos y hay que pararles los pies. No con sus argumentos, sino con la ley y la democracia. Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. En España, hemos tropezado en la misma varias veces. La última fue un drama dantesco. No podemos tropezar con una tercera.